Dos cartas de amor de Rosa Luxemburgo

Rosa Luxemburgo fue una periodista y pensadora polaca, pionera del comunismo alemán y una de las primeras opositoras al centralismo de la URSS. Fue autora de libros fundamentales para el marxismo, entre ellos Huelga de masas, partido y sindicato (1906), La Acumulación del Capital (1913) y La revolución rusa (1918). Entre 1873 y 1917, Luxemburgo mantuvo una extensa correspondencia con cuatro destinatarios: Leo Jogiches, Kostja Zetkin, Paul Levi y Hans Diefenbach, amores públicos o clandestinos con quienes compartió los debates de la coyuntura internacional, los pormenores de la militancia, el incremento de su presencia pública, el desastre de la guerra y el agobio del presidio (donde estuvo por razones políticas), además de sus intereses por la pintura, la literatura y la botánica. Parte de esta correspondencia ha sido seleccionada y traducida por Angelo Narváez León y publicada en español por el sello chileno Banda Propia, bajo el nombre Dime cuándo vienes: Cartas de amor 1893-1917, con prólogo de Diamela Eltit. Reproducimos a continuación dos cartas incluidas en el libro; la primera del año 1907 dirigida a Kostja Zetkin y la segunda de 1914, escrita desde prisión a Hans Diefenbach, en el día del cumpleaños de Luxemburgo.

Rosa Luxemburgo nació el 5 de marzo de 1871 en Polonia y fue asesinada en 1919 por fascistas alemanes [Foto: (c) Rosa Luxemburg-Stiftung].

A Kostya Zetkin.

24 de septiembre, 1907 [sin referencia de lugar].

Dulce y pequeño amado, el 21 recibí tu hermosa y extensa carta, y hoy recibí la corta. Obviamente aun no has recibido la mía, en la que respondí tu emotiva carta del 18. Querido, tu preocupación por mi salud carece de fundamentos; posiblemente tu madre lo escucho de Karl [Kautsky], y el de Luise [Kautsky], quien por la escasez de otros temas se queja con varias personas sobre mis penas imaginarias. En cualquier caso, me sentía enferma porque no había podido estar a solas; sin embargo, no era más que depresión y cansancio espiritual. Solo piensa que, aparte de la corta semana contigo, no he tenido más descanso después de mi tiempo en Londres, Moabit y Stuttgart; aunque, después de todo, algo me he recuperado. Todo eso está ahora dando paso a una vida tranquila y serena, y a un trabajo diligente. Por fin he retomado mi trabajo sobre economía [Introduccion a la economia politica, proyecto inconcluso que Paul Levi publicó en 1925]. Había dejado por completo el hábito del pensamiento, lo que me deprimió enormemente. Ahora, sin embargo, nuevos trastornos me están amenazando. A «Rudolf» [Hilferding] y al astrónomo [Anton Pannekoek] —esto es de la más estricta confidencialidad— les han prohibido impartir lecciones en la escuela del Partido. Se supone que la escuela comienza el 1 de octubre, pero no hay suficientes maestros. En estos momentos me tiran de las orejas. Se supone que debo hacerme cargo de las lecciones de economía. Temprano esta mañana Karl me informo la propuesta, y tengo que dar una respuesta definitiva a primera hora mañana temprano. Estaba confundida y aun me siento muy indecisa. Mis primeros pensamientos y sentimientos fueron decir que no. En general, mi interés por la escuela es tibio, y no nací para ser maestra. Incluso el honor de reemplazar a ese buen compañero que es Rudolf no significa gran cosa. Sin embargo, otras consideraciones hablan a favor, en particular se me ocurrió que esto podría al fin traer alguna base para mi subsistencia. Se ganan 3.000 marcos por un curso de medio año (octubre-marzo), de cuatro conferencias por semana. En realidad, son perspectivas bastante esclarecedoras, y en medio año ganaría con regularidad más de lo que por lo general gano en un año entero, e incluso tendría siempre las tardes libres y la mitad del año para mi sola. Quizás estas consideraciones son las más racionales; de lo contrario, con mi irregular forma de trabajo, viviría constantemente de la mano a la boca, dependiendo de las circunstancias para sobrevivir. Además, tendría paz y tranquilidad, así como tiempo libre para cumplir mi trabajo académico. Creo que de casualidad estoy bien preparada para impartir este curso en Berlín, y podría usar el plan de enseñanza ya existente, aunque con algo más de detalle. Es una pena que no estés aquí para que podamos reflexionar juntos sobre esto, pero tengo la sensación de que elaborarías los mismos argumentos a favor y en contra y, de hecho, decidirías a favor. Hasta marzo, entonces, mi tiempo estaría comprometido cuatro veces por semana desde las diez de la mañana hasta el mediodía, y el resto del tiempo estaría bastante libre. El curso para los berlineses, por el que estaba tan contenta y que considere diez veces más importante, naturalmente tendré que abandonarlo. En realidad, todo este esfuerzo no se ha perdido, en la medida que había escrito mis conferencias como panfletos. Ahora solo tengo que trabajar durante dos semanas más y luego concluiré. Creo que eso será suficiente. Mañana te escribiré algunas líneas más al respecto, después de que este asunto finalmente se haya resuelto.

Portada de Dime cuándo vienes.

Estos días tenemos un clima maravilloso de nuevo, y cada mañana salgo a caminar a las ocho. Pienso mucho en ti mientras camino. Ayer estaba ocupada en pensamientos sobre Maderno y las esplendidas aguas azul oscuro del lago Garda. (Me conmovió una biografía de Segantini, que nació en Arco, a orillas del Garda). Es mi sueño ir otra vez por algunas semanas, pero me gustaría llevarte, pequeño querido, y pasear por las orillas del lago contigo. Creo que mis recursos pronto nos permitirán hacer eso.

También he estado pensando en tu trabajo sobre las colonias. Hace poco estuve releyendo los capítulos relevantes en El capital, primer volumen. Los debates en Essen me han estimulado de nuevo y muestran cuan necesario sería un trabajo de este tipo. Me hace muy feliz que estés cautivado por Ferdinand [Lassalle]. También estoy maravillada con él, y no dejo que nada ni nadie me lo estropee. Todavía tiene un efecto sobre mí, siempre me impulsa a la responsabilidad y al estudio serio, al trabajo y la ciencia. Tenía una forma de ser tan ingeniosa y vivaz. Sin duda Marx es más poderoso y está mejor fundamentado, pero está lejos de ser tan brillante y colorido como Lassalle.

Luise [Kautsky] me dijo ayer que Mara [Walther] vendrá pronto (creo que el 1 de octubre), y que por el momento (hasta el Ano Nuevo) tendrá su habitación en el barrio de August [Bebel]. Tú también debieses buscarte compañía. Hoy soñé que te habías recompuesto y venias a decírmelo. Luise me informo que Maxim [Zetkin] vendría pronto también. El mismo se lo habia dicho a Karl [Kautsky]. Aunque no lo creo, después de lo que M[axim] me dijo. Annie [Luxemburgo] también está aquí; esta desde el 1 de noviembre. Viene a verme bastante seguido.

Me hace muy feliz que estés cautivado por Ferdinand [Lassalle]. También estoy maravillada con él. Todavía tiene un efecto sobre mí, siempre me impulsa a la responsabilidad y al estudio serio, al trabajo y la ciencia.

¡Mischa, la gata, se ha ido a la tierra de las sombras! Y nuestra hija pequeña Mutik ha tomado su posición. Le roi est mort, vive le roi. Asi es el mundo. Un pendant inevitable de esto, desafortunadamente: La reine est mort, vive la reine. Hoy en mi sueño, o eso me parece a mí, te respondí este último comentario con amarga ironía.

Pequeño querido, estoy aquí ahora mucho más sola que tu allá. No voy a ninguna parte y no veo a nadie. En realidad, ayer por la noche estuvo aquí un camarada polaco después de un encarcelamiento de once meses en una celda común (!) junto a muchas otras personas. Solía ser un joven alegre y vital, un niño bullicioso de verdad. Es lo que solía ser, ha vuelto a nosotros como un neurasténico hinchado con manos temblorosas. Esta de «vacaciones» para poder recuperarse un poco antes de volver a trabajar. Además, [David] Riazánov (creo que lo conoces) —el hombre robusto de hombros anchos y barba larga— también ha venido desde la prisión. Tiene un furúnculo en la mano por haber estado en la cárcel, y le amputaron todo el dedo menique. Mi corazón se contrajo al verlo abatido, y el mismo está muy deprimido.

Este es el tipo de finas figuras que salen de ese remolino. Ayer me conmoví tanto que tuve pesadillas y la mitad de la noche no pude dormir.

Dulce amado, te beso.

Rosa Luxemburgo en un acto público.

Poznań-Wronki, Polonia, 5 de marzo, 1917
Prisión Central de la Provincia de Poznań. (Para celebrar el día)
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¡Mi querido Hänschen!

Tus conjeturas sobre mi naturaleza impulsiva, mi juventud y otras frases halagadoras como esas se basan en un error. En primer lugar, porque yo sí te escribí —una hermosa carta de ocho páginas—, solo que no la envié (como prueba te adjunto el dibujo que adornaba esa carta, quizás te guste). En segundo lugar, porque vivía con la persistente ilusión, sugerida por mi propio anhelo, de que cualquier día tendrías que aparecerte por aquí. Pero parece que el señor von Kessel (Gustav von Kessel, que desde 1909 ofició como Gobernador de Berlín) descubrió que podía atacarme de la manera más hiriente y ahora quiere ponerme a prueba para ver si puedo soportar esto. No hagas más difícil la resistencia molestándote conmigo, pero sigue escribiéndome incansablemente, se amable, amoroso y paciente, como siempre lo has sido, incluso si no valgo la pena.

En realidad, ahora estoy pasando por un momento difícil. Las cosas se repiten del mismo modo que el año pasado en Barnimstraße. Durante siete meses me sostengo firmemente, pero para el octavo y noveno mes ya los nervios ceden. Todos los días que debo vivir aquí se convierten en una pequeña montaña que escalo laboriosamente, y cada nimiedad me causa una dolorosa irritación. En cinco días más habrán pasado ya ocho meses completos del segundo año de mi soledad. Seguramente entonces, como sucedió el año pasado, vendrá una revitalización, especialmente ahora que la primavera ya está en camino. Por cierto, todo sería mucho más fácil de soportar si no me olvidara de la regla básica que he establecido para mi vida: ¡estar bien es lo principal! Simple y llanamente estar bien, eso resuelve y unifica todo, y es mejor que cualquier astucia o razón. ¿Pero quién está aquí para recordármelo, ahora que Mimi no está? En casa ella sabía muchas veces cómo llevarme al camino correcto con su mirada larga y silenciosa, por lo que siempre tuve que sofocarla a besos (¡en rebeldía a ti!) y decirle: «Tienes razón, ser buena y amable es lo principal». Si entonces a veces crees que en mis palabras o en mi silencio soy sombría o conflictiva, solo refiéreme ese dicho sincero de Mimi. Tú mismo debes seguir adelante y dar el ejemplo: se bueno y amable, incluso si no lo merezco…

En realidad, ahora estoy pasando por un momento difícil. Todos los días que debo vivir aquí se convierten en una pequeña montaña que escalo laboriosamente.

Ahora, antes que todo, muchas gracias: la lista ha crecido bastante. Los folletos, la sacarina (que ahora te devuelvo con un bono, porque recibí un gran suministro y tú lo necesita también), la fotografía, el termómetro, los dulces, los dos libros más recientes y los retratos de emperadores romanos, que enseñan con su negativo ejemplo gráfico la reafirmación de las convicciones republicanas; pero sobre todo, gracias por tus cartas, que me son de gran consuelo. Fue muy divertido para mí leer sobre tu aventura épica en Wronki; solo es una pena que yo no haya estado ahí y que no pudiera robarle ni un rayo de luz. Ahora bien, mi alegría se volvió bulliciosa por la carta en que intentas seducirme con todas tus artes astutas para que algún día lea a Hebbel, y en la que disfrutas de antemano la sorpresa de mi ignorancia. Qué contenta estoy de que sigas siendo el mismo Hänschen indestructible y no puedas suponer que yo sepa algo que no venga de tus queridas manos mentoras. Oh, Hanneselein, conozco a Hebbel hace más tiempo que a ti. Ya lo estaba tomando prestado de [Franz] Mehring en el momento en que mi amistad con él pasaba por su época más calurosa, y la región entre Steglitz y Friedenau (donde yo vivía) era como un paisaje tropical en el que pastaba el Elephas primigenius y la esbelta jirafa arrancaba frondas verdes de las palmas. En ese momento —cuando Hänschen aún no existía para Berlín, ni siquiera en la mente— estaba leyendo Agnes Bernauer, María Magdalena, Judith y Herodes y Mariamne. Sin embargo, no llegué más lejos porque el clima tropical tuvo que ceder al primer gran período glacial, y mi gorda Gertrud tuvo que viajar a Steglitz con una canasta llena de libros prestados y regalos que recibí como pago para un envío del mismo tipo que había aparecido en Friedenau, el orden de cosas que ocurrían habitualmente con todos y cada uno de nuestros extrañamientos. Así que conozco a Hebbel, y en general le tengo un gran respeto. Lo clasifico sin embargo muy por debajo de Grillparzer y Kleist. Hay mucha inteligencia y belleza en la forma, pero hay poca vida y sangre en sus personajes, que en gran medida son solo rótulos, aunque ingeniosamente pensados y sutilmente refinados. Tan solo me parecen medios que ilustran problemas particulares. Si quieres honrarme con él como regalo, ¿podrías cambiarlo por algo de Grillparzer? Te lo digo en serio, siento un gran amor por él. Me pregunto si lo conoces y lo valoras lo suficiente. Si quieres leer algo magnífico, coge el pequeño fragmento titulado Judith. El más puro Shakespeare en concisión, idoneidad y humor popular, junto con un toque tierno y poético que Shakespeare no tiene. ¿No es ridículo que en persona Grillparzer fuera un frío funcionario del gobierno y un tipo bastante aburrido? (Ve su autobiografía, que es casi de tan mal gusto como la de [August] Bebel).

¿Cómo van ahora las cosas con tu lectura? ¿Son suficientes? Yo por mi parte he hecho en el último tiempo un conjunto de nuevos conocidos que me gustaría mucho recomendarte. En primer lugar, y en caso de que aún no estés familiarizado con él, está Emanuel Quint de Gerhart Hauptmann (una novela). ¿Conoces las pinturas de Cristo de Hans Thoma? Tendrás una experiencia similar de la imagen de Cristo con este libro: la forma en que camina, delgado y alto a través de campos de grano maduro velado en un resplandor rojizo oscuro, y cómo a la izquierda y a la derecha de su figura oscura fluyen suaves ondas de color púrpura sobre las borlas plateadas de grano. Ahí me llamó  la atención un tema entre muchos otros, un tema que nunca he visto retratado en otro lugar y que he sentido profundamente en mi propia vida: la tragedia de una persona que le predica a la multitud consciente de que cada palabra se vuelve pesada y se congela, distorsionándose desde el momento en que sale de su boca, palabras que quedan como caricaturas en las mentes de sus oyentes. Es sobre la base de esas caricaturas que el predicador es rápidamente atrapado y rodeado por discípulos que al final se enfurecen y gritan con fuerza: «¡Muéstranos el milagro! Eso es lo que nos enseñaste. ¿Dónde está tu milagro?». Es completamente ingeniosa la forma en que Hauptmann retrata esto. Hänschen, nunca se debe formar un juicio definitivo sobre las personas, siempre pueden sorprendernos en un mal sentido, pero también gloriosamente en un buen sentido. Consideraba a Hauptmann un perfecto imbécil, y ahora el tipo se balancea con un libro tan lleno de profundidad y grandeza que me gustaría escribirle inmediatamente una carta febril. Sé que me animarías, tal como querías que le escribiera a Ricarda Huch. Pero soy demasiado tímida y retraída para confesiones tan ostentosas. Es suficiente para mí si te lo confieso a ti. Tengo mil cosas más que me gustaría decirte. ¿Cuándo vienes finalmente?

Cariños. Su R.

Entrega por favor mis más bellos agradecimientos a los Marchlewski por el Ingeborg de Kellermann, y dales también mis mejores deseos. Espero visitar tu dominio algún día y conocer a la encantadora Jagoda.

Video del lanzamiento de Dime cuándo vienes

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