Mary Beard sobre el poder de las imágenes

Príncipes, reyes y presidentes han usado imágenes imperiales para transmitir majestuosidad y sobre eso ha escrito un libro la clasicista británica Mary Beard, llamado Doce césares. Comenta la publicación otro destacado clasicista, Barry Strauss.

Roosevelt, presidente de Estados Unidos desde 1933 hasta 1945, en una fiesta de togas en 1934

Como nos recuerda la reciente destrucción o remoción de estatuas públicas, las imágenes tienen poder. Envían señales poderosas cuya recepción cambia con el tiempo. Solamente en septiembre de 2021, Richmond, Virginia, retiró una estatua de Robert E. Lee, durante mucho tiempo un héroe del Sur. Dos semanas después, la ciudad erigió una nueva obra en un parque público, un “monumento a la emancipación”. Muestra a un hombre y una mujer cargando a un infante y conmemorando el fin de la esclavitud.

Doce césares. Mary Beard. Trad. S. Furió, Editorial Crítica, Barcelona, 2021, 456 pp. $29.900.

Es comprensible que las imágenes de los generales confederados eleven las temperaturas hoy en día, pero, sorprendentemente, también lo hacen las imágenes de los emperadores romanos. En la Universidad de Brown el año 2020, un grupo de estudiantes llamado “Descolonización en Brown” quería retirar del campus las estatuas de Augusto César y Marco Aurelio, argumentando que las piezas representan la supremacía blanca. Otros estudiantes respondieron que muestran el honorable legado de la filosofía estoica, así como el compromiso de la universidad con una multiplicidad de perspectivas. El gobierno estudiantil no apoyó la remoción de las estatuas, y todavía están en pie. Sin embargo, los debates sobre el legado de Grecia y Roma continúan hirviendo a fuego lento, en la academia y más allá.

Considerando la influencia que han tenido los retratos de los emperadores romanos durante siglos —al menos desde el Renacimiento— son comprensibles tales debates y pasiones. Una y otra vez, artistas y artesanos han reelaborado imágenes antiguas, convirtiendo a emperadores y mujeres imperiales en modelos a seguir o cuentos con moraleja. Ya sea en el centro del debate o solamente flotando en los bordes de una manera fantasmal, los antiguos siempre han estado ahí. Tal es el argumento de Doce césares, de Mary Beard.

Autora prolífica y distinguida académica de estudios clásicos, Beard describe brillantemente las formas en que las imágenes de los emperadores romanos han influido en el arte, la cultura y la política durante dos milenios. El libro se originó en una serie de conferencias dictadas en la Galería Nacional de Arte de Washington, en 2011, y desde entonces se ha ampliado y profundizado. Beard se centra en los gobernantes, desde Julio César hasta Domiciano, que configuran el asunto del atractivo e influyente relato de Suetonio Los doce Césares, escrito en el siglo II. Ella muestra cómo, a lo largo de las épocas, artistas y príncipes, primeros ministros y presidentes, han utilizado imágenes imperiales en pinturas, esculturas, tapices y otros medios para bruñir una reputación o promover una causa. Es una historia formidable, mundos aparte de las “bobadas periodísticas” (según las llama la autora) de etiquetar a este o aquel político actual como un nuevo Nerón o un nuevo Cómodo, un deporte que Mary Beard, juiciosamente, se niega a jugar.

Julio César fue el primer romano vivo en poner su imagen en monedas. Él “implantó la tradición, que todavía se ha mantenido en muchos lugares hasta la actualidad, de que la cabeza del gobernante vivo fuera a parar a la cartera de sus súbditos”.

Ella ofrece una fiesta del detalle. De hecho, Doce césares es una demostración magistral de erudición en una variedad de campos, desde la política romana republicana hasta los tapices renacentista y el collage británico contemporáneo. Una y otra vez, Mary Beard nos brinda percepciones inesperadas. En un golpe de trabajo detectivesco académico, por ejemplo, demuestra que la inspiración detrás del conjunto de tapices flamencos de Enrique VIII sobre la vida de Julio César no era Suetonio ni ningún otro historiador, sino más bien un poeta de Roma, Lucano. Él escribió un poema épico sobre la guerra civil entre César y Pompeyo. La autora llega a esta persuasiva conclusión a pesar de que los tapices en sí desaparecieron hace mucho tiempo y, por lo tanto, deben reconstruirse a través de descripciones escritas o por comparación con otras obras de arte similares.

En la antigüedad, la creación de imágenes de emperadores era un gran negocio. Los césares inundaron el mundo romano con representaciones de ellos mismos y sus familias en estatuas, relieves esculpidos, pinturas, gemas y, sobre todo, monedas. La acuñación de monedas fue “una de las primeras industrias de verdadera producción en masa del mundo”, escribe Beard. Un milenio después de la caída del Imperio Romano de Occidente, anota, las imágenes de los cesáres jugaron un papel importante en el desarrollo del “lenguaje visual de la retratística moderna”. Un busto de un hijo de Cosimo de Medici de 1455, por ejemplo, lo muestra con la elaborada armadura de uno de los césares.

Cuatro siglos después, un emperador romano hace una aparición inesperada en la obra de la escultora afroamericana Edmonia Lewis. Su estatua «La muerte de Cleopatra» se mostró por primera vez en la Exposición del Centenario de Filadelfia en 1876. Esta poderosa imagen de la reina moribunda es famosa; lo es menos el busto de Lewis del joven Octavio, el futuro emperador Augusto. Parece una imagen sosa, pero solamente a primera vista. Octavio es responsable de la muerte de Cleopatra. Dado que, como señala Mary Beard, Lewis estaba trabajando en Octavio al mismo tiempo que Cleopatra, podemos leer amenaza y brutalidad en la aparente inocencia del busto. En un aparte intrigante, Beard observa que Lewis modeló su retrato en un busto del Vaticano que, en ese momento, se pensó que era Octavio, pero puede ser una falsificación moderna, tal vez incluso basada en una imagen de Napoleón. Las ironías abundan.

Por todos sus detalles, Doce césares es maravillosamente legible, con una prosa elegante y comentarios ingeniosos a lo largo del camino. Al observar que los arqueólogos han encontrado incluso antiguos moldes de repostería con la forma de los gobernantes romanos, Beard señala que los moldes produjeron “emperadores lo bastante buenos como para comérselos”. Julio César fue el primer romano vivo en poner su imagen en monedas. Él “implantó la tradición, que todavía se ha mantenido en muchos lugares hasta la actualidad, de que la cabeza del gobernante vivo fuera a parar a la cartera de sus súbditos”.

Por todos sus detalles, Doce césares es maravillosamente legible, con una prosa elegante y comentarios ingeniosos a lo largo del camino.

Entre las muchas ilustraciones e imágenes llamativas del libro se encuentra una foto de Franklin Delano Roosevelt celebrando su cumpleaños número 52 en enero de 1934 con una fiesta de togas en la Casa Blanca. Con una corona y vistiendo lo que podría ser una túnica de triunfador, con los brazos cruzados imperiosamente, FDR está rodeado por más de una docena de familiares y amigos vestidos de diversas maneras como senadores, matronas y legionarios. ¿Qué significa esta escena al estilo de los musicales de Busby Berkeley? Podría haber sido una broma sardónica del personal y los amigos de FDR para responder a los críticos que acusaban al presidente de convertirse en un dictador.

El legado de las imágenes imperiales es obviamente vasto, y se extiende desde los objetos antiguos a la fotografía moderna, incluso hasta el cine. Como dice Mary Beard, el tema del cine por sí solo requeriría otro libro. Se podría agregar la televisión o incluso los videojuegos. Por supuesto, se podría examinar las imágenes de los emperadores romanos más allá de los 12 césares canónicos, incluyendo a Adriano, Marco Aurelio y Constantino, entre muchos otros. Cualesquiera que sean sus reputaciones —y cualesquiera que sean nuestros sentimientos cambiantes sobre ellos en medio de los tormentosos debates de hoy— ellos no van a desaparecer pronto.

[Artículo aparecido en “The Wall Street Journal” 2-10- 2021. Traducción: Patricio Tapia]

Barry Strauss

Barry Strauss (1953) es historiador, profesor en la Universidad de Cornell. Reconocido experto en historia militar clásica, entre sus obras se cuentan “La batalla de Salamina” (2004), “La guerra de Troya” (2006), “La guerra de Espartaco” (2009), “Diez césares” (2019), todas traducidas al castellano y publicadas por Edhasa. Su último libro es “The War that Made the Roman Empire” (2022).

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