Vamos a ser chicas rebeldes

A comienzos de 2016, las italianas Elena Favilli y Francesca Cavallo lanzaron una exitosa campaña de financiamiento colectivo para elaborar un libro que reuniera relatos de 100 mujeres inspiradoras. El resultado fue «Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes», que en Chile fue publicado por Editorial Planeta. Nuestra colaboradora María Teresa Castro leyó los cuentos junto a su hija Alison y esta fue la experiencia.

Foto: María Teresa Castro

Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes
Elena Favilli y Francesca Cavallo
Editorial Planeta
2017


La escena comienza así. Son las nueve de la noche y mi hija, Alison (5 años), espera ansiosa la hora del cuento. Hoy es un día especial: tenemos un nuevo libro en el cual las protagonistas no son princesas ni seres mágicos, sino que ¡mujeres reales! Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes es el libro de cuentos ilustrados de las autoras italianas Elena Favilli (periodista) y Francesca Cavallo (directora de teatro) que llegó a Chile hace algunos meses de la mano de Editorial Planeta. El libro fue publicado originalmente el 2016 en Estados Unidos, bajo la empresa de medios de comunicación infantil de Favilli y Cavallo, Timbuktu Labs, bajo la cual ya habían estado desarrollando el término de rebel girl y que pronto las llevará a lanzar el volumen II de estos Cuentos de buenas noches…

El libro en sí está compuesto por cien relatos biográficos sobre mujeres reales de los cinco continentes y de diversas épocas y edades —desde Cleopatra e Hipatia a Coy Mathis y Malala Yousafzai–. Los cuentos además fueron ilustrados por 60 ilustradoras de diversos países, otorgándole así una diversidad latente al libro, tanto en contenido (aunque extrañé figuras como la de Gabriela Mistral y Violeta Parra), cómo gráficamente, lo cual resulta un plus enorme si el público lector es pequeño (cómo es el caso de Alison, quien fue eligiendo los cuentos a leer a partir de las ilustraciones).

Las historias están estructuradas a partir del formato tradicional del cuento infantil, comenzando las historias con las clásicas fórmulas de “Érase una vez” y “Había una vez”. Los cuentos además están redactados con un lenguaje sencillo y poseen una extensión breve de máximo una plana, lo cual expande enormemente el público lector. A pesar de esto, debo reconocer que la lectura no es algo fácil, y no porque la lectura en sí resultase compleja. Es, por lo contrario: de manera sencilla y fácilmente comprensible para niños pequeños, los cuentos exponen realidades complejas, donde el “final feliz” no existe y donde los “villanos son reales”, lo cual les genera fuertes impresiones y un sinfín de preguntas.

Un ejemplo: nada más al leerle a Alison el título provocó la primera –de muchas– preguntas: “Mamá, ¿qué es ser una niña rebelde?”. Y estoy segura que muchos padres y madres me entenderán cuando digo que responderle honestamente esa pregunta a una niña que acaba de cumplir cinco años no es una tarea fácil.

Una de las dificultades que tuvimos durante la lectura tiene que ver directamente con el contenido, específicamente con las protagonistas de ciertas historias. De los cien cuentos, debo reconocer –y me hago cargo completamente de mi decisión– que “censuré”, por así decirlo, ciertas historias. Me refiero, por ejemplo, a los casos de Eva Perón, Hillary Clinton y Margaret Thatcher. En diversas entrevistas Favilli y Cavallo han señalado que quisieron contar todas las historias que fueran extraordinarias, sin evitar las “controversiales”. Sin embargo, desde mi punto de vista, me parece imprudente de mi parte contarle a mi hija solo la parte “bonita” de una historia de vida real mucho más compleja.

Que no se malentienda, no tengo nada en contra de estas mujeres ni menosprecio sus logros. Mi crítica pasa más por el hecho de que sus historias de vida son mucho más complejas que una simple reducción a una hermosa y soñadora Evita que ayudó a su esposo a ganar la presidencia –¿en serio vamos a obviar quién fue Juan Domingo Perón? – y a una Hillary Clinton que lucha contra “brabucones” –lo sabemos, Donald Trump es un gran y terrible “brabucón”, pero la carrera política de Hillary es sustancialmente mucho más profunda que eso–. Si buscamos que nuestros hijos e hijas encuentren en estas mujeres ejemplos a seguir, no podemos simplemente obviar las partes oscuras y ensalzar las buenas, y creo que una excelente medida complementaria es incentivar a nuestros hijos a tomar este libro de cuentos como una invitación a la curiosidad, a la investigación, la cual sin lugar a dudas contribuye al aprendizaje y a la formación de un pensamiento crítico.

Fuera de esto, la lectura de Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes fue una experiencia reveladora y enriquecedora, tanto para Alison como para mí. La diversidad de las historias es uno de los aspectos que más valoro del libro, no solo porque hace de la lectura algo entretenido –generalmente leíamos entre 3 y 4 cuentos por noche– sino también porque abre la puerta a otras realidades. Un ejemplo de esto fue el impacto que generaron en Alison las historias de Malala Yousafzai y Manal Al-Sharif. “¿Por qué los hombres no dejan a las mujeres ir al colegio? Eso no es justo, porque en el colegio aprendemos mucho”, fue lo primero que me dijo tras escuchar la historia de Malala, y seguido de eso agregó: “No es justo que le dispararan por querer ir al colegio”. Cuando leímos la historia de Manal la reacción fue parecida: “No es justo que los hombres crean que solo ellos pueden. ¿Te imaginai mamá que este país fuera así y no te dejaran conducir?” Otro de los cuentos que le generó impacto fue la historia de Mary Edwards Walker: no podía entender cómo era posible que las mujeres no pudieran usar ropa “cómoda”.

Pero no siempre fueron historias tan complejas, y eso es otro plus de Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes. Las historias de Jacquotte Delahaye y Grace O’Malley fueron una gran sorpresa para ella: ¡los piratas son reales! Y sin duda, uno de nuestros favoritos fue la historia de Brenda Chapman, la creadora de Mérida, la protagonista de la película Valiente de Disney. Para mi hija, conocer la historia detrás de Mérida fue totalmente concordante: “a mí me gusta Mérida porque es valiente, y las otras princesas no me ensañan a ser valiente”.

Pero de todos los cuentos, hay uno que valoro profundamente, y fue precisamente el que dejé para el final. Me refiero a la historia de Coy Mathis, una niña estadounidense transgénero. A sus 5 años Alison ya sabe que existen personas homosexuales, y también conoce sobre el arte del transformismo –la transformista chilena Yume Hime ha sido sin duda una enorme ayuda en esto, debido a su estética de ensueño–, sin embargo, aún no habíamos hablado de personas transgénero. Para ella no fue tema que Coy quisiese ser niña y que tuviese que cambiar su cuerpo para lograrlo totalmente. Lo que le impactó fue que la gente la rechazara por querer ser niña. Al ver en ella esta actitud de aceptación total buscamos juntas más información y fotos en internet y al verla me dijo feliz: “Mira, tiene el pelo largo y bonito. ¡Como una niña!”

Estas reacciones ante pequeños estímulos en forma de cuentos son totalmente alentadoras en los tiempos actuales, donde el racismo, la xenofobia y el machismo nos impactan cada día. Y estos temas resultan muy difíciles de hablar con niños pequeños. Sin embargo, estoy totalmente convencida de que es precisamente en la niñez cuando tenemos que empezar a educarlos con conciencia, pues es ahí donde empiezan a desarrollar sus hábitos sociales. Nunca dejaré de sentir rabia cuando algún apoderado justifica la mala conducta de su hijo hacia una niña con el clásico “Ay, pero si son solamente niños”. Debemos enfrentar a nuestros hijos e hijas a las historias sin finales felices, romper la burbuja que crea niñas indefensas y niños imponentes y libros como Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes y las historias Anti-princesas son indudablemente una buena herramienta.

Al final del Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes hay una página en blanco que invita al propietario/a del libro a escribir su propia historia y a dibujar su retrato, una pequeña forma de invitarlo/a a soñar en grande. Realizar esta actividad tras haber leído los cuentos puede resultar profundamente enriquecedora, pues invita a nuestros hijos e hijas a pensar en ellos como actores de cambios. Les dejo una foto del cuento que escribió mi hija, una historia real que me sorprendió muchísimo no solo cuando me la contó, sino también que fuese esa historia la que decidiese plasmar en el libro.

El cuento de Alison. Foto: María Teresa Castro.

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