Walter Benjamin, una totalidad contradictoria y móvil

Probablemente es la más completa biografía del elusivo intelectual alemán en cualquier idioma. Sus autores son importantes estudiosos de Benjamin y en la biografía que han escrito, ahora traducida al castellano, combinan una narración detallada de su vida personal y una exposición intelectual de sus escritos. Comenta el libro Joshua Derman.

Walter Benjamin en Pontigny

El episodio de la vida de Walter Benjamin más conocido por sus lectores es, sin duda, su prematuro final. Huyendo de las fuerzas alemanas y la policía de Vichy en septiembre de 1940, Benjamin intentó escapar de Francia cruzando los Pirineos hacia España con un pequeño grupo de compañeros refugiados. Cuando llegaron a la ciudad de Port Bou, los viajeros descubrieron que la frontera había sido cerrada a quienes no tenían visas de salida adecuadas. Con la entrega a la custodia francesa aparentemente inminente, Benjamin sucumbió a la desesperación y tomó una dosis letal de morfina en su habitación de hotel. Si se hubiera demorado sólo un poco más, podría haber llegado a la seguridad en los Estados Unidos: las autoridades españolas decidieron reabrir la frontera al día siguiente.

Walter Benjamin. Una vida crítica.
Howard Eiland y Michael Jennings.
Editorial Tres Puntos, Madrid, 2021, 1.004 pp.

El patetismo de la muerte de Benjamin hace que su vida parezca trágicamente insatisfecha. Pero como el elegante y completo libro Walter Benjamin. Una vida crítica de Howard Eiland y Michael Jennings demuestra, Benjamin se las arregló para lograr una cantidad extraordinaria de cosas en sus cuarenta y ocho años de vida. Después de pasar una formativa (si bien no particularmente productiva) década estudiando la literatura y la filosofía clásicas alemanas, Benjamin finalmente encontró su oficio como periodista literario a mediados de la década de 1920. Persiguió resueltamente su ambición de convertirse en “el principal crítico de la literatura alemana”, y estuvo tentadoramente cerca de lograr su objetivo antes de que el ascenso de los nazis lo llevara al exilio. Fue un prolífico autor de crítica literaria de alto nivel, piezas de folletín y ensayos personales, así como un progenitor de lo que hoy reconoceríamos como estudios culturales y de los medios. En su búsqueda de mecenas, informantes intelectuales y camaradas, parece haber conocido a casi todos los que fueron alguien en la vida cultural de entreguerras, en lugares tan diversos como Berlín, Moscú, Ibiza, Capri y París. Eiland y Jennings asumen la abrumadora tarea de reconstruir las complicadas relaciones personales de Benjamin e interpretar su itinerario intelectual, y luego contextualizar ambos aspectos dentro de la agitación política y cultural de la historia europea de entreguerras. El resultado es un logro mayor, una biografía hecha con autoridad, que muestra la mente ecléctica de Benjamin y unos tiempos turbulentos en toda su fascinante complejidad.

El resultado es un logro mayor, una biografía hecha con autoridad, que muestra la mente ecléctica de Benjamin y unos tiempos turbulentos en toda su fascinante complejidad.

Basándose principalmente en la correspondencia publicada, las memorias y los propios escritos literarios y autobiográficos de Benjamin como fuentes y material de referencia, Eiland y Jennings avanzan cronológicamente a lo largo de la vida de Benjamin, integrando lecturas detalladas de sus libros y ensayos en una narración sin costuras de su desarrollo personal. Su relato de las relaciones que dieron forma a su pensamiento y escritura es especialmente convincente. Gracias a Hugo Ball, Benjamin conoció durante la Primera Guerra Mundial a los vanguardistas que residían en Suiza, quienes posteriormente lo ayudaron a forjar conexiones con artistas radicales en el Berlín de posguerra. Siegfried Kracauer le abrió los ojos a la “modernidad cotidiana” a través de sus estudios micrológicos de la cultura popular. László Moholy-Nagy y Asja Lacis ofrecieron a Benjamin acceso al mundo del arte soviético, mientras que Bertolt Brecht lo cautivó con la política y la estética de izquierda. Durante la década de 1930, Max Horkheimer y Theodor Adorno le proporcionaron un muy necesario lugar para publicar y un salvavidas financiero a través del “Instituto de Investigación Social”. Si la presencia de Benjamin en estos círculos intelectuales siguió siendo algo espectral, sugieren Eiland y Jennings, fue en parte porque él lo quería de esa manera. En vez de formar una red propia, Benjamin prefirió una forma solipsista de sociabilidad, operando de acuerdo con la máxima de que “la soledad debe cultivarse como condición indispensable para la verdadera comunidad, que es necesariamente una comunidad de intelectos individuales y conciencias individuales”.

Al igual que con los amigos, también con las ideas, Benjamin quería la libertad de trazar su propio rumbo: “Su postura, la cual es consistente en relación con toda doctrina establecida o sistema de creencias, era aproximarse lo suficiente como para permitir el uso de ciertos elementos del sistema, y nada más. Esto era algo más que una tendencia al bricolage. Como su cortesía extrema y sus esfuerzos por mantener aislados unos de otros a sus amigos, esta era una estrategia diseñada para mantener su independencia intelectual”. Con el fin de hacer justicia a lo que Benjamin denominó “el todo contradictorio y móvil que representan mis convicciones en su multiplicidad”, Eiland y Jennings se abstienen de reducir su obra a una única teoría o trayectoria intelectual. Ellos describen su compromiso con el pensamiento judío y cristiano, el idealismo alemán y el marxismo como corrientes independientes que se mezclan en torno a temas persistentes, algunos de los cuales se originaron en sus primeros escritos estudiantiles: una preocupación por la naturaleza filosófica del lenguaje; una fascinación por las “imágenes dialécticas” que conectaban el presente con el pasado; y una curiosidad por los nuevos tipos de experiencia sensorial que hace posible la vida moderna.

Si bien Eiland y Jennings presentan un generalmente admirado retrato de los logros intelectuales de Benjamin, son inquebrantables en su descripción de su desagradable conducta personal.

Si bien Eiland y Jennings presentan un generalmente admirado retrato de los logros intelectuales de Benjamin, son inquebrantables en su descripción de su desagradable conducta personal. Después de casarse joven y tener un hijo, Benjamín exigió que sus padres lo mantuvieran incondicionalmente mientras él perseguía sus intereses literarios. A pesar de su fascinación por los misterios de la infancia y su extensa colección de libros infantiles raros, encontró poco tiempo para dedicarlo a su propia familia. (Es indicativo de las prioridades de Benjamin que la primera palabra de su hijo fuera “callado”). Benjamin enfrentó una situación desesperada después de 1933 como periodista emigrado en Francia, donde luchaba por encontrar editoriales y estaba constantemente plagado de problemas financieros. Aunque Eiland y Jennings son escrupulosos a la hora de mantener una postura no moralizante, la simpatía del lector por la difícil situación de Benjamin se ve disminuida después de enterarse del mal trato que le dio a su esposa Dora —quien le continuó brindando apoyo financiero y emocional mucho después de que él la hubiera abandonado— y de su propensión a malgastar sus fondos en los casinos. Benjamin pudo haber sido “leal y generoso con aquellos que lo conocieron durante más tiempo”, pero también era capaz de una sorprendente “falta de empatía con los demás”.

Los lectores que quieran entender por qué la reputación de Benjamin se expandió tan dramáticamente en las décadas posteriores a su muerte, y cómo sus ideas a menudo se distorsionaron en el proceso, probablemente encontrarán el epílogo de tres páginas del libro demasiado breve. Aunque los autores se refieren al impacto de la edición de Adorno de los escritos de Benjamin en 1955 y al surgimiento del movimiento estudiantil en el legado de Benjamin, habría sido interesante saber más sobre las formas en que las ideas de Benjamin fueron movilizadas por sus defensores póstumos. Eiland y Jennings cierran su biografía observando que “las generaciones venideras de lectores indudablemente hallarán sus propios Benjamins en el encuentro con esa ‘totalidad contradictoria y móvil’ que es la obra de su vida”. Walter Benjamin. Una vida crítica proporcionará una guía indispensable para tales empeños.

[Reseña aparecida en Central European History 48-2 (2015). Se traduce con autorización de su autor. Traducción: Patricio Tapia]

Joshua Derman

Joshua Derman estudió historia y filosofía en las universidades de Princeton y Harvard. Enseñó en Florencia y actualmente es profesor en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong (HKUST). Su investigación se centra en la historia moderna alemana. Es autor del libro Max Weber in Politics and Social Thought (2012).

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