Gunter Silva Passuni: “Mis padres literarios son la generación del 50, en especial Julio Ramón Ribeyro”

Crónicas de Londres (Atalaya Editores, 2012) se titula el último trabajo del escritor peruano radicado en Londres, Gunter Silva Passuni (Lima, 1977). En once relatos, Silva explora la dimensión sensible del destierro y la condición migrante. Pero no sólo se adentra en lasexperiencias y paisajes disímiles del inmigrante Latinoamericano en el Reino Unido, sino que también despliega preguntas abiertas sobre las re-definiciones identitarias de lo latinoamericano en un contexto de multiculturalismo radical. En esta entrevista quisimos profundizar sobre su trabajo literario así como también sobre su experiencia formativa en el circuito académico-literario inglés. 

G9

—¿Cómo caracterizarías el circuito de escritores latinoamericanos que viven y trabajan en Londres? ¿Qué significa ser un escritor latinoamericano en Londres?
El círculo es muy pequeño en Londres, básicamente porque es una ciudad cara. La mayoría de escritores latinos viaja a los EE.UU, gracias a becas de parte de la academia, o a España por una cuestión del idioma. Por otro lado, en Londres existe un espíritu de contestación que es estimulante, sobre todo en comparación con la inercia que a menudo domina al resto de Europa. Hace poco estuve en The London Anarchist Book Fair organizado por Saint Martin’s School of Art y pude comprobar que la literatura es efervescencia pura y viene de cada rincón de esta ciudad. Hay mucha gente joven haciendo cosas interesantes, tanto en poesía como en narrativa, y eso es alentador y excitante. Tampoco hay que olvidar que Londres tiene un legado literario enorme, cualquier ciudadano del mundo asocia inmediatamente a Shakespeare, Joyce o Sherlock Holmes, cuando piensa en literatura. Otra gran ventaja es la riqueza multicultural de esta metrópolis: uno se integra de manera fácil a la ciudad, siempre y cuando tus papeles estén en regla. Para ponerte un ejemplo de lo que digo, es evidente que Hanif Kureshi es tan paquistaní como londinense, Salman Rushdie es tan indio como londinense, Kazuo Ishiguro es tan japonés como londinense y pasa lo mismo con muchos autores más.

» Al tener una comunidad de escritores latinoamericanos tan reducida, todos nos llevamos bien, existe una suerte de confraternidad, pero eso no significa que no discutamos nuestras ideas, que no haya debate. Yo suelo tomarme unos rones con el escritor Carlos Fonseca al menos tres o cuatro veces por mes, en un bar cerca al campus de mi universidad. Desde ahí, muy ebrios, hemos intentado descifrar qué significa ser un escritor latinoamericano. No hemos llegado a ninguna conclusión, pero quizás sea el hecho de andar por el mundo, completamente exagerados, contestatarios y terriblemente melodramáticos.

—Tu último libro Crónicas de Londres (Atalaya Editores, 2012) ofrece una serie de relatos donde se entrelazan experiencias migratorias, abandonos amorosos, fracasos, sueños y desilusiones. Cada texto expone una dimensión sensible del destierro y la condición migrante. ¿Cómo describirías Crónicas de Londres? ¿Qué elementos poético-culturales quieren discutir estos once textos? 
Crónicas de Londres es una lectura que invita a hacer turismo, un viaje objetivo o subjetivo por sitios reales, pero a la vez, un viaje sugerido por la mirada particular de cada uno de los personajes. Pienso que el libro es como un aeropuerto, y cada texto es como un avión con un destino diferente. Los elementos centrales que quise abordar fueron la marginación, que invariablemente viene con ser un inmigrante sin papeles, sin el dominio del idioma. También la búsqueda de nuestra identidad Latinoamericana, o cabría hablar de identidades latinoamericanas. Londres aparece como un espejo-reflejo, que les obliga a los personajes a pensar en lo que son y lo que no son, en un mundo globalizado en el que todos empezamos a parecernos más y actuamos de modo casi semejante. La mayoría de los personajes que pueblan el libro abandonaron su tierra natal y hay, por tanto, una evocación desoladora en los textos. Aunque, al final, creo yo, uno es de donde la gente quiere que seas, la nacionalidad, la pertenencia te la da la gente, los amigos, no el pasaporte, el i.d., o un domicilio legal.

—En Crónicas de Londres hay un relato que me parece importante destacar: “La tierra prometida”. ¿Cómo nace ese cuento? ¿Qué elementos narrativos y poéticos quisiste poner en juego en él?
Ese relato es fruto del encuentro con un muchacho polaco en la estación de Victoria. Ahí conocí a Sebas —el personaje principal— y así fue cómo se presentó: tenía una Biblia bajo el brazo, y pedía dinero para comprar su pasaje de regreso a Polonia. Me pareció raro que mientras miles de polacos venían a Londres a buscarse un futuro mejor, él quería regresar a casa. Ese encuentro fue el punto de partida, lo demás me lo imaginé. La historia está narrada con muchos elementos simbólicos: muchos de ellos relacionados con el catolicismo, la tierra prometida por el Dios hebreo a Abraham y sus descendientes; la idea de Eva como la mujer que planifica cuidadosamente y engaña al hombre. Aunque en mi opinión, se habrían comido la manzana tarde o temprano, sin la ayuda de la serpiente, sin la intervención de Eva, sin importar que el árbol hubiese estado en el centro del paraíso o en los extramuros. Lo que me interesaba explorar también era eso, la mujer como sinónimo de la malicia, el pecado, que por cierto se ha utilizado mucho en la literatura, un ejemplo concreto sería el Fausto de Goethe.

—Según tu experiencia académica en Reino Unido, ¿qué destacarías o criticarías de la enseñanza literaria (específicamente, en el campo del creative writing) en las universidades inglesas? ¿Qué diferencias observas según tu experiencia en Perú?
El programa de MA en el Reino Unido, está dividida por la parte creativa y la parte crítica. En el primero, uno aprende un conjunto de técnicas que se ponen en práctica con la meta de producir textos literarios y después someterlos a análisis, discusión, y edición por parte del grupo. Y la otra parte consiste en llevar varios cursos de literatura donde se atienden a las clases, ponencias y seminarios, y se producen ensayos y artículos académicos, que vendría ser la parte más crítica y teórica del programa.

» La ventaja es que los MA suelen ser grupos pequeños, no más de ocho, esto favorece a una interacción muy dinámica y enriquecedora, donde se pueden plantear problemas o buscar soluciones sobre diferentes temas, como la estructura, el estilo, el plot, etc. con los compañeros y con el catedrático, que generalmente es un escritor consagrado. En mi época en Perú, solían existir talleres literarios, que eran clases de cinco a diez días y donde se estudiaba el cuento o la poesía de una manera bastante ligera. La verdad es que no sé si existe un programa de creatividad literaria en los centros universitarios peruanos.

—¿Qué autores latinoamericanos han contribuido en tu formación literaria? ¿Qué cercanías y/o distancias literarias son posibles de establecer entre ellos y la tuya? ¿Qué papel ha jugado Roberto Bolaño en tu escritura y en tu generación literaria?
Mis padres literarios son la generación del 50, en especial Julio Ramón Ribeyro. Esta fue una generación marcada por el golpe del general Odría, y por la migración del campo a la ciudad. A través del realismo urbano abordaron los problemas sociales y psicológicos que acarreaban estas nuevas urbes: la promiscuidad, los barrios marginales, la delincuencia, la sordidez de sus habitantes y calles.

» También soy admirador de la obra de Bolaño, aunque no sé si eso se revela en mi escritura, me parece que no. Pero estoy convencido de que el éxito de Bolaño se debe a que sus obras reflejan lo latinoamericano, en su novela 2666 podemos ver la violencia feroz y la crueldad brutal de nuestras sociedades. El 2666 es una suerte de denuncia a los crímenes, Bolaño nos describe perturbadoras imágenes de docenas de cadáveres, que paradójicamente, es el retrato de México hoy en día, un país sumido en una guerra sin cuartel entre narcos y militares. Creo que Bolaño nos reafirma con su obra, que sí se puede escribir literatura latinoamericana después del Boom.

—¿Cómo describirías el actual circuito literario peruano? ¿Qué discusiones, temáticas y/o autores podrías destacar?
Cuando se lee la literatura peruana actual, uno se da cuenta que existe una enorme diversidad, una enorme pluralidad de temas y estéticas. En los últimos años ha habido un auge del género fantástico, aunque también hay una vuelta a la literatura nacional, es decir, a tocar los problemas propios del país, como el conflicto interno, las desapariciones, la dictadura fujimontesinista, la violencia política. Hay, pues, un ánimo de hacer memoria y explorar esos hechos. He visto también un auge en la novela fragmentaria, quizá esto se deba a que los peruanos somos grandes consumidores y productores del cuento, y los textos breves tienen una tendencia natural al minimalismo en la forma, en ese sentido, usa métodos de la estética del fragmento. En Perú es común que el escritor comience con una colección de cuentos y después pase a escribir novela. Puede que la fragmentación sea una cosa más natural en ese proceso.

» Por último, tendría que decir, que las editoriales independientes están jugando un rol importante en la difusión de nuevos escritores, de alguna manera están redibujando una literatura mapeada a la medida del consumidor por las grandes editoriales. Yo aconsejaría leer a autores como Oswaldo Reynoso, Fernando Ampuero, Jorge Eduardo Benavides, Daniel Alarcón, Carlos Yushimito, Pedro Novoa, Jorge Cuba Luque, Ricardo Sumalavia, Alejandro Herrera, Walter Lingán o Félix Terrones.

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