Shestov, sin temor al vértigo

La revolución rusa lo forzó a salir de su Rusia natal para exiliarse en Francia, donde murió. Exponente del existencialismo ruso, Lev Shestov (1866-1938) publicó su Apoteosis de lo infundado en 1905 y se ha traducido al castellano 110 años después. Cuando apareció en francés la comentó Jules de Gaultier (1858-1942).

La apoteosis de lo infundado es un término aproximativo, según informó en algún momento Boris de Schlœzer, su amigo y traductor. Porque no existe ninguna expresión que, con una sola palabra, pueda dar el significado preciso del título ruso. La apoteosis del desarraigo, esa otra metáfora, no era, a decir verdad, una imagen más exacta. El término ruso bezpotchviennost, que tiene su equivalente en el alemán Bodenlosigkeit, significa ausencia o privación del suelo. Indica el estado psicológico de un hombre que siente que el suelo cede repentinamente bajo sus pies. Ahora parece que con este título, restaurado según su significado literal, Shestov nos ha entregado su pensamiento en aquello que es más extremo y más esencial. Que haya sido capaz de emprender la apología de un evento considerado como la peor de las catástrofes por aquellos que creen posible la mejora del mundo mediante la intervención de la razón humana, es, en efecto, lo que se explica únicamente por la consideración de sus dos tendencias principales, el escepticismo y el misticismo. Estas dos tendencias que, en otros, suelen ser antagónicas, se refuerzan en Shestov para responder a las exigencias del pensamiento filosófico en su vertiente más dramática.

Apoteosis de lo infundado
Lev Shestov
Hermida Editores, Madrid, 2015, 192 pp.

Lo que Shestov le reprocha a Tolstoi (ver, La doctrina del bien en Tolstoi y Nietzsche), lo que reprocha a Kant y a la mayoría de los filósofos, es no tener la valentía, ni la capacidad de sufrimiento, ni la preocupación humana, para convencerse a sí mismos de que son felices cuando sus sensibilidades quedan desolladas y sofocados sus gritos bajo la mordaza de un sistema o una teoría, evitando que la inteligencia crítica deseche la mordaza. Así, siempre se elude el problema filosófico.

Shestov se mantiene fiel a la inteligencia. Le deja la total libertad para arruinar los sistemas artificiales de felicidad. Pero como su crítica no tiene límites, también se ejerce con respecto a las perspectivas mismas de la razón y el sentido común, y su misticismo, acudiendo en ayuda de su escepticismo, le hace sospechar que el suelo de la razón y el sentido común vienen a ocultar bajo sus pies que otra realidad podría aparecer.

Shestov se mantiene fiel a la inteligencia. Le deja la total libertad para arruinar los sistemas artificiales de felicidad.

Es imposible entrar aquí en los detalles de un pensamiento de tanta valentía y de tanta riqueza. Baste decir que está presente íntegramente en este volumen de aforismos, compuesto en un lenguaje de giros inesperados, cáustico y provocador y donde la expresión de las ideas es constantemente ilustrada con ejemplos concretos, se anima al análisis allí donde todos los colores de la vida permanecen fijos.

La segunda parte de la obra, dedicada con énfasis “a los que no temen al vértigo”, nos dice que la gran filosofía es una obra de valentía y de temeridad. La inteligencia viene solo después. Ella cosecha los frutos de experiencias heroicas. ¿Y no es por eso que “todo pensamiento profundo debe comenzar con la desesperación”?

Jules de Gaultier

Jules de Gaultier (1858-1942) fue un filósofo francés, influido por Schopenhauer e interesado en la obra de Flaubert. Este comentario apareció en la Revue philosophique de la France et de l’étranger 104-7/8 (1927). [Traducción: Patricio Tapia]


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