El mejor libro que leí el 2018

Por segundo año consecutivo pedimos a amigos, amigas y colaboradores de Ojo en Tinta que nos contaran cuál fue el mejor libro que leyeron durante el 2018. Las reglas: debían elegir un solo libro, tenía que ser del 2018 y no podían escribir más de cien palabras. Este es el resultado. » Revisa la selección 2017

Ángel Rama. La querella entre la realidad y el realismo.
Ensayos sobre literatura chilena

Hugo Herrera Pardo (ed.).
Mímesis

Ángel Rama es uno de los críticos más importantes de la tradición latinoamericana del siglo XX. En estos ensayos y reseñas que Hugo Herrera tuvo la paciencia de recopilar, Rama lee nuestra poesía y nuestra narrativa con un talante inusitadamente crítico. No le gusta lo que nos ha gustado a los lectores chilenos y le gusta lo que nosotros hemos tirado debajo de la alfombra. Su número uno en narrativa es Marta Brunet, por ejemplo, y a Donoso le pega con harta dureza. Leer la tradición chilena en Rama es como mirarse en una fotografía que nos tomó un vecino y en la que, al comienzo, no nos terminamos de reconocer. —Ignacio Álvarez


Ni orden ni patria
Mauricio Weibel
Aguilar

“Ni Orden Ni Patria” es un libro clave para entender este 2018. Mauricio Weibel se luce en una investigación donde logra desentrañar la trama de corrupción en Carabineros. Cada capítulo es como un episodio de una teleserie, que incluye viajes en moto, engaños, venganzas y hasta entuertos amorosos. Todo explicado con datos y archivos. El escándalo de los desfalcos en Carabineros se viene arrastrando hace años y se suma a los montajes en el caso huracán y en la Araucanía, temas que también toca este libro, reflexionando sobre el engaño y el desmoronamiento ético de la institución. —Lissette Fossa


Happy Birthday
Mauricio Gutiérrez
Viuda Negra Ediciones

El mejor libro que leí el 2018 fue “Happy Birthday” de Mauricio Gutiérrez (Santiago, 1977), porque aborda la infancia, alejada de versiones placenteras o inocuas, donde los niños, niñas, son considerados (as) algo así como ángeles ultraterrenos, no acechados por delitos o perversiones. Al contrario, en esta novela hay tensiones, desidia, crueldad, que refleja la normalización de una violencia sorda y dura, reproducida como código familiar implícito y con hondas consecuencias en la constitución psicológica y actitudinal de los personajes en cuestión. —Francisco Marín Naritelli


Prontos, listos, ya
Inés Bortagaray
Laurel

Mi libro favorito del 2018 fue “Prontos, listos, ya” de Inés Bortagaray. Leerlo fue como un pequeño descanso de existir. Primero, la forma en la que está escrito es preciosa: rítmica, frenética y con un vocabulario simple pero ideas complejas. La narradora, apretada entre hermanos y hermanas en el asiento trasero del auto familiar durante un viaje a la playa, reflexiona sobre todo menos la inmortalidad del cangrejo: asuntos densísimos y a ratos muy oscuros, pero todos salpicados por esa ansiedad infantil que a ratos resulta tan nostálgica y a otros tan entrañable. Lo que más me gustó fue que me remitiera a mis propios viajes de niña y a sus preciados e íntimos rituales: comer en el camino y dejar el auto cochino, quedarse dormida con la boca abierta contra la ventana y esa grata suspensión ociosa en la carretera. La verdad es que leyéndolo lo pasé genial y me hizo muy visceralmente feliz. —Catalina García


Fantasma de la vanguardia
Damián Tabarovsky
Mardulce

Damián Tabarovsky propone que la vanguardia es un fantasma en la producción latinoamericana reciente y se apresura a aclarar que no se trata de una reflexión desde los conocidas categorías de duelo y melancolía descritas por Freud. También reflexiona sobre cómo la vanguardia hoy en día puede llegar a ser una herramienta estética vacía y aprendida académicamente, absorbida por el mercado. Deposita en las editoriales independientes la esperanza de la producción cultural, pero advierte que muchas funcionan también con lógicas de mercado e incluso abre una interesante discusión en torno al lugar de la literatura respecto a las ciencias sociales y a lo que denomina literatura de izquierda. —Héctor Rojas


Niñas ricas
María Paz Rodríguez
Alfaguara

Llevaba mucho tiempo estudiando papers y textos académicos y necesitaba respirar. Niñas Ricas llegó en el momento preciso a refrescar mis tardes de noviembre mostrándome relaciones entre mujeres que se tejen de formas imprevistas pero que logran generar una empatía única. María Paz sabe donde se sitúa y se vale de eso para contarnos historias que en el fondo nos tocan a todas: la relación con la familia, amigas, con las distintas etapas de la sexualidad femenina. El cuento “Y tuvimos la nieve”, me tomó profundamente por la relación llena de compasión entre un abuelo y su nieta, ambos desamparados, uno por la salud, la otra por el naufragio tras una relación que se acaba. Niñas ricas logró conmoverme y sumergirme en esas relaciones que de algún modo u otro nos marcan. —Karen Vergara


Split 
Roger Santiváñez
Lectura Ediciones

Cuando la vanguardia parecía tan solo un recuerdo lejano, apareció Roger Santiváñez. El autor peruano, con una poesía híbrida, logró crear un imperio literario en donde la mezcolanza de personajes —y conceptos— se erige como bandera. En Split (compuesto por los poemarios El chico que se declara con la mirada y Symbol) conviven James Joyce, Enrique Lihn, el Che Guevara y Johnny Rotten. Un ejercicio oxigenado de referencias en la que alta y baja cultura, conviven sin pegarse codazos. Entre un poemario y otro, hay tan solo tres años de diferencia, no obstante, parecen separados por un océano contextual y temático. Mientras que en el primero encontramos la ferocidad de los primeros enamoramientos, mediados por cumbias, modelos de autos y ruidos de la calle. En el segundo, escrito a la manera de un beatnik (con excesos de alcohol y pasta base) hallamos la frase breve —pero punzante— mediada por las culturas indígenas y la violencia política del Estado peruano. Estructurada por la ferocidad que trae consigo la ternura, la poesía de Santivañez merece ser (re) visitada. Detrás de esas declaraciones de amor inconclusas, en las que nunca aprendimos a retirarnos a tiempo, estamos todos, náufragos en una adolescencia que nos sigue taladrando las costillas. —Joaquín Escobar


Subacuática
Melina Pogorelsky
Odelia Editora

Hay libros que te llevan a una profundidad inesperada, que te empujan sin aviso a una piscina y no alcanzas a tomar aire. Esa profundidad es la vida cotidiana que sigue a una tragedia; a veces te sorprendes de descubrir que te vuelves a reír, que te vuelves a conmover con dolores viejos y que al final vuelves a salir a la superficie para afirmarte en el borde. Subacuática es un bello libro para remover ideas preconcebidas sobre los roles de género en nuestra sociedad y sobre cómo se espera que se sobrelleve una pérdida. Recomiendo darse un chapuzón en Subacuática, sin duda nadie quedará indiferente a su propio reflejo en esta agua. —Bernardita Yannucci


Mal de época
María Sonia Cristoff
Laurel

El mejor libro que leí en 2018 fue «Mal de época». María Sonia Cristoff fue capaz de relatar con claridad y atractivo los caminares desesperados de dos personajes que en diferentes épocas intentan escaparse. Con estas huidas, y una tesis manifiesta, demuestra cómo la sociedad puede ser interpretada como un mecanismo complejo e histórico de disciplinamiento del que, con esfuerzo y sacrificio, podríamos – ¿o no? – escapar. Siguiendo las sutilizas con las que se ejerce el poder en su análisis, sutil es también su trato al mundo de la tecnología -otro método más de control-, característica que se agradece por lo difícil que es de encontrar. —Joaquín Fermandois


Estampas de niña
Camila Couve
Alfaguara

Uno de los libros más bellos y honestos que he leído es «Estampas de niña», de la escritora chilena Camila Couve, y que fue publicado en abril de este año. Los fragmentos que lo componen viajan por momentos de su infancia cotidiana y recorren pasajes de una niña que “se quedó bailando en medio de la sala más grande”: las invitaciones a un cumpleaños que su madre pinta una a una con acuarelas, las clases de ballet y la imagen de un padre inalcanzable. El primer libro de Couve, en tanto escritura de la memoria, duele y emociona profundamente. —Macarena Mallea


Karl Marx. Ilusión y grandeza
Gareth Stedman Jones
Editorial Taurus

Como la diferencia entre dinamita y dinamismo, sería la existente entre Marx y marxismo, según la biografía que el historiador Gareth Stedman Jones ha dedicado al autor de El capital. Su libro intenta separar al hombre (a quien llama «Karl») de la ideología que inspiró una corriente principal de los movimientos socialistas y comunistas. El «materialismo histórico» como ciencia objetiva y luego doctrina sagrada de los regímenes de partido único en la Unión Soviética, no sería tanto creación del barbudo filósofo, como una distorsión póstuma de su amigo y benefactor, Engels. Marx (1818-1883), hombre de su tiempo, en 1848, fue un alemán radical, dudando entre republicanismo y socialismo, para evolucionar, con base en el idealismo alemán, en su crítica a la religión y la burguesía. Sus años de exilio en Londres lo habrían convertido en una suerte de socialdemócrata reacio a los métodos violentos, aunque la Comuna de París, en 1871, reavivó su ímpetu radical. El dinamismo de su pensamiento, así, poco tendría que ver con la dinamita revolucionaria que treinta y cinco años después de su muerte llevaría a los bolcheviques a tomar el poder en Rusia. —Patricio Tapia


Víboras, putas, brujas
Roberto Suazo
Planeta

Primero, una desconfía. Es un libro sobre la demonización de la mujer desde Eva hasta La Quintrala escrito por un hombre. Viene muy de cerca la reflexión. Pero una, también, se saca el prejuicio y lo lee. Y no queda otra que pasarlo a la lista de favoritos, porque «Víboras, putas, brujas» de Roberto Suazo es un ensayo exquisito, rápido, coherente y necesario sobre una identidad desgarrada de las mujeres impuesta por el patriarcado. Un libro para mejorar las formas de relacionamos y que no teme decir no somos el origen de todos los males del mundo. —Sol Abarca


Coche
Harry Crews
Dirty Works

Una familia de Jacksonville: cuatro integrantes y una grúa llamada Big Mama. Herman el menor tiene aspiraciones estéticas, quiere alcanzar la fama. Decide comerse un auto completo, pieza por pieza como performance definitiva. Ahí es cuando uno queda desencajado con el libro en las manos, hasta que Harry Crews cuenta con lujo de detalles el modo en que Herman va a llevar a cabo la operación y las consecuencias mediáticas que va a tener. Los autos han tenido un lugar importante en diversas obras, de Nabokov a Kerouac, incluso en Bolaño. Sin embargo, ni el Ballard de Crash consiguió provocar el malestar estomacal que provoca esta novela cuando sientes el óxido, el metal y el sinsentido que gobierna a la industria automotriz en tus propias entrañas. —Pablo Soto


Pobres diablos
Cristian Geisse
Emecé

Es un acierto la publicación de la trilogía sobre el diablo de Cristian Geisse, compuesta por dos obras hoy imposibles de encontrar (“En el regazo de Belcebú” y “El infierno de los payaso”) y por un volumen inédito (“Fue como un padre para mí”). Estos relatos deslumbran por su desenfreno y por el desfile de motivos que obsesionan a su autor: la provincia, lo indígena, la borrachera, lo diabólico, la hambruna, lo endemoniado, la alucinación, lo risible, la autodestrucción, lo feo. Con esta lectura uno pasa de la risa a la desolación y del miedo a la extrañeza. Una sobredosis de ñache. —Patricio Contreras

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