W. G. Lambert: entender la civilización mesopotámica

Respetado y también temido, famoso por su dominio de la literatura cuneiforme, W. G. Lambert (1926-2011) fue uno de los grandes eruditos sobre Mesopotamia, dejando muchas contribuciones sobre diversos aspectos de ella. Algunos de sus artículos acerca de la religión y la mitología mesopotámicas son recopilados en un libro póstumo.

Favorecidos por un material tan ubicuo como permanente, los escribas de la antigua Mesopotamia —desde notarios o funcionarios administrativos hasta poetas o eruditos— nos dejaron los rastros de un mundo de hace cinco mil años repartidos en una infinidad de trozos de arcilla.

En esas tablillas anotaban todo. Su tipo de escritura (primero pictográfica, más tarde fonética) la habían inventado como una ayuda para la contabilidad del flujo de trabajadores, productos, animales y mercancías. Pero luego, registraron no sólo labores burocráticas, sino también políticas y literarias, tanto en el palacio como en el templo. Ellos llevaron asientos contables, documentos de gobierno, las llamadas “inscripciones reales” (composiciones de diversa extensión de ofrendas votivas, escritos sobre construcciones palaciegas o de culto) y también escribieron, recopilaron o reorganizaron lo que entendemos por poesía, en piezas épicas e himnos. En el gran número de documentos que dejaron hay información esencial sobre la historia política de Mesopotamia, la cronología y personalidad de sus reyes, las concepciones religiosas y espirituales de su época. Todo lo que sabemos de esa civilización está en esas tablillas. En ellas, dibujar una espiga o un animal, o referir un nombre, según ha explicado el asiriólogo francés Jean Bottéro, era dar existencia a esa espiga o animal.

Ancient Mesopotamian Religion and Mythology
W. G. Lambert
A. R. George y T. M. Oshima (eds.), Editorial Mohr Siebeck, Tubingen, 2016, 280 pp.

Al igual que para los escribas mesopotámicos que tanto estudió, para W. G. Lambert dibujar y transcribir esos registros de una cultura desaparecida, era una forma de traerla de nuevo a la vida. Para los asiriólogos, leer, dibujar, transcribir y, a veces, editar un documento, eran formas de entender ese mundo. Lambert tenía una experiencia de primera mano, probablemente sin parangón entre sus contemporáneos, de lo “escrito en arcilla”: había leído miles de tablillas y dibujado o publicado cientos de ellas. La mayoría de sus libros o artículos fueron ediciones de textos inéditos o fragmentos que había podido cotejar, combinar, reconstruir y, por lo mismo, comprender mejor. Por casi medio siglo estuvo en museos, especialmente el Museo Británico, dedicando gran parte de su tiempo de investigación a copiar tablillas cuneiformes. Su legado incluye varios cuadernos llenos de transliteraciones de textos babilónicos y asirios.

Por otra parte, Lambert, en algún sentido, podría haber vivido en Mesopotamia: no tenía automóvil, ni televisión, teléfono ni radio (aunque su hermana le regaló una que nunca usó); no tenía refrigerador (destacaba la importancia de comer alimentos frescos) ni cualquier otro equipo de cocina moderno. Si bien no escribía en arcilla, tampoco lo hizo en computador, siendo fiel toda su vida a su vieja máquina de escribir manual.

Sus libros son pocos, todos básicamente ediciones de textos temáticamente relacionados: Babylonian Wisdom Literature (1960), las ediciones de Atrahasis (1969) y Enuma Elish (1974). Años más tarde publicaría Babylonian Oracle Questions (2007) y, de manera póstuma, Babylonian Creation Myths (2013). Pero fue autor de cientos de artículos sobre una variedad de temas. Una selección de aquellos dedicados a la religión y mitología, sobre las que escribió ampliamente y es considerado una autoridad, han publicado Andrew R. George y Takayoshi M. Oshima en Ancient Mesopotamian Religion and Mythology (2016): son 23 de sus artículos de revistas o capítulos de libros. Los editores no los han ordenado cronológicamente (publicaciones que van desde 1958 hasta 2004) sino temáticamente en cinco apartados.

En el primero se recogen dos escritos sobre la moral en Mesopotamia y sobre sus dioses en general. En las secciones siguientes se ocupa específicamente de los dioses, estudiando el desarrollo del panteón. Luego, al abordar la mitología, se ocupa de aspectos relativos a la cosmología, la teología y los rituales. En la sección sobre las religiones babilónicas, se ocupa del sincretismo y las controversias religiosas, de ciertos cultos, de los adivinos y de las formas de devoción. En el último apartado se detiene en las relaciones entre Mesopotamia e Israel.

Impresionante por el rango de cuestiones tratadas Ancient Mesopotamian Religion and Mythology muestra el despliegue de las habilidades de Lambert en la lectura e interpretación de fuentes antiguas, así como en la presentación de sus resultados con la máxima claridad. Andrew George, uno de los editores y alumno de Lambert, señala que el autor forma parte de “probablemente la última generación de estudiosos europeos que llegaron a la asiriología a través de los estudios bíblicos”.
Lo cierto es que Lambert, ciertamente uno de los principales historiadores de la religión mesopotámica, no muy seguido se refería a la Biblia en su enseñanza o investigación, aunque solía subyacer en ambas, alguna relación con temas religiosos, lo que probablemente tenía que ver con su propia biografía. En su obra —sus trabajos sobre la literatura sapiencial, las historias de la creación, las listas de dioses y las formas de apaciguarlos cuando se enfurecían, o la epopeya de Gilgamesh—, su comprensión de esa forma religiosa concreta, la mesopotámica, está en parte definida por las tradiciones religiosas judías y cristianas, así como en su relación con la cultura y religión griegas y romanas: los vínculos entre creencia y ética, teología y filosofía moral; la preocupación por los dioses (o Dios) y como relacionarse con ellos (o Él); la creación, la inundación o el fin del mundo o bien cómo la experiencia del sufrimiento y la muerte puede afectar a los seres humanos y al sentido mismo de lo humano.

Vida y obra

Wilfred George Lambert nació en Gran Bretaña en 1926. De orígenes modestos, sus padres metodistas se convirtieron al cristadelfianismo (una denominación cristiana disidente), que profesó toda su vida. La mayor parte de ella transcurrió en su ciudad natal, Birmingham. Allí estudió para seguir luego en la Universidad de Cambridge, donde se formó en estudios clásicos, entre 1943-45: sus profesores le parecieron competentes, pero no en la vanguardia del saber, decepción que lo llevó a los estudios orientales en 1945. Pero casi inmediatamente su carrera fue interrumpida por el “servicio nacional” inglés. Vegetariano y pacifista (convicciones nacidas de su educación religiosa) fue objetor de conciencia, por lo que no estuvo en las fuerzas armadas, sino que pasó tres años siendo entre jardinero y vigilante, supervisando a prisioneros de guerra alemanes en un vivero de horticultura (así adquirió competencia en alemán).

Wilfred George Lambert (1926–2011)

Cuando regresó a la universidad en 1948, se concentró en las lenguas semíticas y el Antiguo Testamento. Graduado en lenguas orientales (hebreo y arameo, hebreo rabínico y acadio) en 1950, al no ver perspectivas inmediatas de empleo en asiriología, se convirtió en profesor de estudios clásicos y música en Londres, donde continuó su estudio del acadio y otros idiomas escritos en cuneiforme y se hizo visitante habitual del Museo Británico.

Allí aprendió por sí mismo a dibujar, copias muy claras, de textos cuneiformes a partir de las tablillas de arcilla originales. El antiguo encargado del departamento asiriológico del Museo, Sidney Smith, lo animó a estudiar y editar un grupo de composiciones literarias babilónicas que respondían al problema de la teodicea y tenían un enfoque ético y moral similar al de la literatura sapiencial bíblica. Nunca se llevó bien con Smith, pero sí lo hizo con Abraham Sachs, de la Universidad de Brown, también asiduo del Museo.

A partir de 1956, Lambert fue un profesor, en las universidades de Toronto (Canadá) y Johns Hopkins (Estados Unidos). También fue consultor del famoso Diccionario Asirio del Instituto Oriental de la Universidad de Chicago.

Durante esos años norteamericanos, Lambert regresaba a Gran Bretaña todas las vacaciones de verano para estudiar tabletas cuneiformes en el Museo Británico. Comenzó a buscar y recopilar fragmentos, publicados e inéditos, como testimonio de textos y géneros más amplios. Pronto se hizo conocido por una serie de artículos de revistas en los que presentaba copias meticulosas de textos cuneiformes, la mayoría aumentados por una o más uniones que él mismo había hecho, reconstruyendo a partir de ellas ediciones de composiciones previamente desconocidas. También tempranamente, desarrolló ideas sobre los sabios antiguos cuyos productos intelectuales estaba reconstruyendo.

Particularmente importantes fue “Un discurso de Marduk a los demonios” (1954), que presentaba y explicaba unos fragmentos como pertenecientes al texto exorcista descubierto por el asiriólogo Gerhard Meier; hizo lo mismo con otros textos de encantamiento y rituales para contrarrestar la brujería. Ninguno de ellos está recogido en Ancient Mesopotamian Religion and Mythology, pero sí lo está un artículo fundamental, “El reinado de Nabucodonosor I” (1964) en que estudiaba la historia de la epopeya de la creación babilónica, argumentando de manera convincente que el poema Enuma Elish no era más antiguo que el siglo XII a.C. Este ensayo fue manifestación temprana de su devoción por la exégesis de las epopeyas de la creación. Mucho de lo que Lambert escribió posteriormente tuvo su origen entonces. El tema de la creación alimentó su interés por la cosmogonía y la mitología de la antigua Mesopotamia.

En 1960, habiendo seguido el consejo de Sidney Smith, Lambert publicó Babylonian Wisdom Literature, obra que le dio renombre internacional inmediato, estableció su reputación y se convirtió en un hito en la historia de la asiriología, con ediciones precisas y fiables de una variedad de textos importantes: composiciones poéticas, himnos, fábulas, preceptos y proverbios, todos encerrando problemas éticos y morales. Los más importantes son el “Poema del sufridor justo”, en el que un Job babilónico relata su caída y redención; una “Teodicea babilónica” que trata del aparente desprecio de los dioses por el sufrimiento humano, y el “Diálogo del pesimismo”, en el que un esclavo siempre puede encontrar justificación para cualquiera de las intenciones de su amo, incluso cuando son contradictorias.

Lambert volvió de manera definitiva a Gran Bretaña en 1964 para ocupar una nueva cátedra en Asiriología en la Universidad de Birmingham. Inmediatamente estableció su rutina de trabajo en el Museo Británico, semanalmente (cada jueves), por las décadas siguientes. Continuaron apareciendo en artículos de revista, importantes textos nuevos surgidos de su estudio en museos. Mayormente eran piezas individuales: desde encantamientos asirios a un texto médico que explica el tratamiento de los problemas del embarazo y el parto. Uno de los más extraordinarios fue su reconstrucción de un himno previamente insospechado a la diosa Gula (publicado en 1967).

En los años siguientes publicó sus ediciones (en colaboración) de poemas babilónicos: Atrahasis (1969) y Enuma Elish (1974). Planificó otros libros y ediciones, pero muchas no se concretaron. En parte, se dio cuenta de que esa labor lo excedía, entregándola a sus alumnos y, en parte, porque se volvió reacio a publicar —al parecer por una polémica con un colega alemán— esos proyectos en los que había estado trabajando durante años. En lugar de los libros prometidos vino una abundancia de artículos. Así, su libro de listas de dioses sumerio-babilónicos, que lo ocupó en la década de 1970 nunca se completó. La edición crítica de la epopeya de la creación de Babilonia, Enuma Elish, anunciada ya en la década de 1960 y básicamente terminada entonces, se publicó medio siglo más tarde.

Lambert fue elegido miembro de la Academia Británica en 1971, profesor honorario del Collège de France en 1978 y presidente de la Sociedad para el Estudio del Antiguo Testamento en 1984. Se retiró de la universidad como profesor emérito en 1993, pero continuó enseñando, investigando y publicando. Cuando se acercó a los 80 años, parecía que los libros prometidos décadas antes nunca se materializarían. Pero sus alumnos transcribieron y editaron Babylonian Oracle Questions (2007). Animado por la producción de este libro, Lambert desenterró su edición de Enuma Elish y otros textos sobre temas relacionados con la creación. La inclusión de dos fragmentos que se unieron a una tablilla publicada por primera vez en 1902, era una adición con una consecuencia importante para el final del poema porque permitían la restauración completa de sus últimas cuatro líneas, pero también planteaba un problema nuevo, pues la tablilla ampliada agregaba dos líneas al texto conocido. Fue un punto importante de su dedicación a restaurar este texto. Sus estudiantes pudieron publicar el libro dos años después de su muerte: Babylonian Creation Myths (2013).

Editar e interpretar

Tanto en su labor de edición como en la interpretativa, que solían ir unidas, la pasión de Lambert estaba en entender la sofisticada cosmovisión de los antiguos sabios babilónicos y asirios. Y los conceptos que usó para interpretar la antigua religión mesopotámica eran en general los usados habitualmente entre los clasicistas y eruditos bíblicos: superstición, sincretismo, destino, politeísmo y monoteísmo, mitología, teología.

Así puede verse en Ancient Mesopotamian Religion and Mythology. En la primera sección, “Consideraciones introductorias”, recoge dos escritos separados por más de 3 décadas, ambos pensados para un público no especialista. En el primero, “La moral en la antigua Mesopotamia” (1958), escrito mientras completaba su libro sobre la literatura sapiencial babilonia, que se corresponde, según Lambert, a la hebrea. Pero no lo es por su estilo o lenguaje, sino por su preocupación por problemas morales o éticos, estudiando textos como las Instrucciones de Shuruppak, uno de los más antiguos de la historia o códigos de leyes que ejemplifican el comportamiento moral además de proverbios o dichos. Al respecto, plantea una distinción entre los estándares morales ideales de los intelectuales y la moralidad de la gente común, así como entre babilonios y sumerios, y señalando una especie de “degeneración moral” en Babilonia por la extensión de la idea que el sufrimiento y la desgracia no eran obra azarosa de los “demonios”, sino consecuencia del pecado, negando cualquier conocimiento intuitivo del bien y del mal. En este ensayo hay algo que Lambert escamotea por escrito: muestras de ingenio. Cita un pasaje de Gilgamesh que promete un mejor tratamiento en el inframundo para aquellos que tuvieron familias numerosas mientras vivían, y observa: “Las asignaciones familiares de los antiguos aparentemente no se pagaron hasta la muerte”.

El segundo ensayo introductorio “Antiguos dioses mesopotámicos: superstición, filosofía, teología” (1990) presenta un resumen de los dioses y el panteón babilónicos, puestos en el contexto de su economía y ecología, según sus ideas desarrolladas desde los años 70, cuando trabajó en la reconstrucción de las listas de dioses de Sumeria y Babilonia y su explicación.

En la sección siguiente se ocupa en más detalle y específicamente de los dioses: en “El desarrollo histórico del panteón mesopotámico” (1975), percibe una tendencia de los teólogos babilonios, a través del sincretismo, hacia el monoteísmo, la cual considera fallida, porque nunca llega al monoteísmo absoluto y porque la exaltación de Marduk no fue lograda del todo, aunque apunta que es un concepto nada sencillo, pues si bien muchas iglesias cristianas profesaban el monoteísmo al mismo tiempo que creían en una personificación del mal, el diablo u otros demonios. Considera que lo que había era un “politeísmo sofisticado”. También dedica un estudio a las mujeres divinas, “Diosas en el panteón” (1987), reflexionando ante propuestas que postularon que había diosas sumerias más poderosas que sus sucesoras babilonias, víctimas de la discriminación sexual. Lambert sostiene que el declive en la importancia de las diosas se debe menos a la discriminación que a una mezcla de la declinación económica de sus centros de culto y una tendencia a sincretizarlas y unirlas en Ishtar, una diosa de segundo orden. Otros dos estudios comparan el mesopotámico con otros panteones locales o regionales del segundo milenio a.C.: “El trasfondo mesopotámico del panteón hurrita” (1978), el hurrita era un idioma que se hablaba en el norte de Mesopotamia, cuya mitología fue muy influyente entre los hititas de Anatolia; y en “El panteón de Mari” (1985) lo compara con el de otra ciudad del noroeste. Los otros dos ensayos de esta sección estudian dioses concretos: “El Dios Assur” (1983) desarrolla una idea propuesta por otro estudioso de que este dios era la ciudad deificada del mismo nombre y en “Ishtar de Nínive” (2004) analiza y entrega nueva evidencia sobre la situación de esta diosa en Asiria.

La sección dedicada a la mitología, dos estudios abordan un terreno que se superpone: en “El mito en la antigua Mesopotamia” (1974) y “La cosmología de Sumer y Babilonia” (1975) estudia la mitología de los orígenes a través del tiempo y las deidades ancestrales, así como las distintas respuestas sobre qué fue lo primero que existió (tierra, agua, tiempo) y las compara desfavorablemente con las ideas de los filósofos presocráticos y el monoteísmo hebreo. En “La teología de la muerte” (1980) analiza una noción que puede parecer extraña, la de un dios “muerto” (los dioses son casi por definición inmortales), aunque en el antiguo Oriente Próximo los dioses que morían y renacían eran comunes y los dioses muertos figuran no escasamente en la mitología mesopotámica: incluso algunos son sacrificados para crear a la humanidad. Esos dioses moran en el inframundo, junto a las sombras de los humanos muertos.

En “La relación del mito sumerio y babilónico como se aprecia en los recuentos de la creación” (1992) analiza un pasaje en la narrativa de Enki y Ninmah y concluye que los mitos sumerios y babilónicos (en sus respectivos idiomas: sumerio y acadio) serían manifestaciones de la continuidad de una misma cultura y no de dos pueblos distintos como se pensó por mucho tiempo. Y en “La mitología de Ninurta en la epopeya de la creación babilónica” (1986) se aproxima al motivo del asesino de monstruos y cómo en Enuma Elish la tradición de Ninurta, la que se remonta a los orígenes sumerios, es adaptada para hacer de Marduk el héroe, quien allí no sólo mata monstruos, sino que crea la humanidad. Contra la idea de que un mito puede ser usado en un rito, Lambert, en “Mito y ritual según son concebidos por los babilonios” (1968), refuta que Enuma Elish haya sido compuesto especialmente para el ritual del Año Nuevo, y ve su recitación como algo secundario en el culto.

En la sección sobre la religión, se ocupa en un artículo famoso, ya mencionado, de un momento del reinado de Nabucodonosor I, demostrando que Enuma Elish, buscando la exaltación de Marduk, no era producto del período antiguo babilónico, sino más tardío. En “Sincretismo y controversia religiosa en Babilonia” (1997), resume la tendencia de los teólogos babilónicos a unificar todos los dioses en Marduk, acercándose al monoteísmo. En su ensayo “Donaciones de comida y bebida a los dioses en la antigua Mesopotamia” (1993), distingue la práctica babilónica de alimentar a los dioses (que necesitaban comer y vestirse) del sacrificio sacramental del Antiguo Testamento; de hecho, la raza humana habría sido creada expresamente para alimentar y vestir a los dioses. “El culto de Ishtar de Babilonia” (1975) se enfoca en un ritual en que celebraba la relación, un verdadero ménage à trois, de Ishtar con Marduk y su esposa; nada se sabía de estos rituales hasta que los descubrió Lambert. También estudia otro ritual, la práctica de los arúspices, es decir la adivinación mediante el examen de las entrañas de los animales, en “Los requisitos de los adivinos babilónicos” (1998), centrado en la figura del mediador entre los dioses y los hombres, el adivino, así como sus requisitos de pureza. En “Devoción: los lenguajes de la religión y el amor” (1987) analiza las imágenes compartidas en la poesía religiosa y amorosa, especialmente en relación a frutas y jardines.

En el último apartado se detiene en las relaciones entre Mesopotamia y la Biblia. En “La mitología del Antiguo Testamento en su contexto del antiguo Cercano Oriente” (1988) analiza algunos casos de estudio que muestran cómo la mitología mesopotámica permite iluminar su supervivencia en el Antiguo Testamento: el orden de la creación de los elementos, la muerte de monstruos o la creación de tierra seca, por ejemplo. En el muy breve “Destino e intervención divina en Babilonia e Israel” (1972) considera que ambas civilizaciones comparten una visión “deuteronómica” en cuanto a la intervención divina en los asuntos humanos para mantener los estándares impuestos desde arriba. En el último artículo recopilado, “El diluvio en fuentes sumerias, babilónicas y bíblicas” (1983), expone sobre un tema sobre el que hizo grandes contribuciones, pero con la brevedad y sencillez que se requería para un público no académico.

El sentido y la autenticidad

En su labor de edición, Lambert podía parecer infalible. Su amplísimo conocimiento de las tablillas, además, le permitía descubrir nuevas relaciones entre ellas y nuevos sentidos. Porque el sentido, a su juicio, surgiría del encuentro entre su conocimiento y el texto que tenía delante. La opinión de otras personas, probablemente con menos conocimiento de las fuentes primarias, apenas le preocupaba, como apenas le interesaban los enfoques teóricos. Siempre tuvo confianza en sus conclusiones y no era propenso a cambiar de opinión. Durante sesenta años, rara vez revisó las posiciones tomadas sobre la base de las pruebas de que disponía desde el principio y, lo cierto es que rara vez surgieron nuevas pruebas que entraran en conflicto con esas primeras posiciones. Ignoraba (o incluso despreciaba) a aquellos cuyo trabajo no se basaba en el compromiso y familiaridad con los textos cuneiformes y los idiomas en los que estaban escritos. Para él, los hechos extraídos del estudio textual eran el punto de partida de toda comprensión de la antigua Mesopotamia. Su desdén por la teoría y los sistemas (nunca se interesó por Freud o Derrida, por ejemplo) también lo acompañó siempre.

Otro aspecto a veces controvertido de la carrera de Lambert fueron sus muchas cartas confirmando la autenticidad de artefactos y tablillas mesopotámicos. Como había visitado habitualmente colecciones y anticuarios para transliterar tablillas e inscripciones, fue muy activo en la práctica de la autenticación, que nunca abandonó, a pesar de las críticas (se señalaba que la autenticación erudita era un motor de los mercados ilegales de antigüedades), ya que quería conocer todas las tablillas en circulación y registrar su contenido. También le llamaron la atención y llevaba un registro de varias investigaciones policiales y casos judiciales en los que la propiedad de los objetos que había autenticado fue puesta en disputa.

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