Andrea Viu: “La literatura infantil no empieza ni termina en lo que se da a leer en los colegios”

Si bien la producción de libros infantiles y juveniles ha crecido en Chile debido al aumento de sellos, para la reconocida editora Andrea Viu la industria ligada a este público tiene el deber de profesionalizarse en pos de la calidad. 

Andrea Viu

En marzo de 2018 se llevó a cabo en Bolonia, Italia, la 54ª versión de la feria de libros infantiles más importante del mundo, la Bologna Children’s Book Fair, evento en el cual Chile ha sido protagonista en los últimos años gracias a la irrupción de nuevos sellos editoriales de Literatura Infantil y Juvenil (LIJ). Esta área está en crecimiento en nuestro país: según el Informe estadístico ISBN 2016, cerca del 10% de los libros publicados en el año van dirigidos a dicho público.

A este fenómeno se le suma una camada de autoras(es) e ilustradoras(es) de exportación, como son María José Ferrada, Alejandra Acosta, Sara Bertrand, y este 2018, Sol Undurraga, premiadas del Bologna Ragazzi, un reconocimiento entregado a las editoriales presentes en la Feria de Bolonia.

Sin embargo, este reciente desarrollo de la LIJ viene de la mano con una gran responsabilidad, una que bien detalla Andrea Viu, reconocida editora que por años fue directora literaria de Penguin Random House y también de Alfaguara. Hoy está dedicada a proyectos personales y a la dirección del Diplomado en Edición de Literatura Infantil y Juvenil de la Universidad Diego Portales, que inició sus actividades el 8 de abril.

“El boom de la literatura infantil y juvenil va de la mano con un mayor interés en el tema”, explica Andrea. “Nuestro diplomado, a diferencia de otros, está dedicado a la edición de LIJ, y lo hacemos con Fundación La Fuente. Está pensado para mejorar la calidad de lo que se publica, y lo diseñamos con profesores que son profesionales del libro, editores expertos en Literatura Infantil y Juvenil”.

El inicio de este programa es una excelente excusa para conversar con Andrea sobre el presente y porvenir de la LIJ. Una idea es transversal a sus respuestas: la industria necesita profesionalizarse. “Creo que se puede mejorar la calidad y veo muy auspicioso el futuro”, agrega.

—¿Qué distingue a un editor de LIJ? ¿Qué características cree son esenciales para su labor? 
Un editor de Literatura infantil y juvenil es un lector de todo. Porque a veces se piensa que la literatura infantil es como rimitas tontas y sin contenido, pero la buena literatura infantil debe ser buena literatura, y por ende debe tener referencias a otras obras, al arte, la cultura general, el lenguaje, y tanta cosas más. Un buen editor de LIJ debe caracterizarse por todo eso, y también debe saber trabajar con la imagen, porque es muy complejo trabajar con la ilustración, ya sea sola o con un texto. Por otra parte, el editor de LIJ tiene el deber de conocer a sus destinatarios, que en este caso son los niños, aunque también están los mediadores de lectura, que también juegan un rol importante.

—La LIJ carga con un estigma de subliteratura o de ser considerada como “fácil” de crear y editar. ¿Cree que ha cambiado esta visión?
Hay mucho desconocimiento al respecto. Hay mucha literatura infantil mala, cuando la gente compra estos libros muy baratos y muy atractivos en el supermercado, sobre una princesa que salió y eso rima con volvió… eso no es literatura. Y siempre se ve a la LIJ como la hermana menor y que cualquiera la puede escribir, pero es muy difícil de hacer. De hecho, requiere de un trabajo muy específico, porque además debes saber qué estás dirigiendo a quién. O sea, cuál es el desarrollo de los niños, el desarrollo lector. Debes saber qué es más apropiado para ellos en cuanto a lenguaje. No es algo simple.

—¿Qué desafíos tiene la LIJ en Chile y cómo estamos respecto a otros países de la región?  
Hay países que han desarrollado la industria de la literatura infantil mucho más, pero en los últimos años ha habido un crecimiento enorme de la LIJ en la producción nacional. A inicios del 2000 se publicaban en Chile unos 50 libros infantiles al año, y hoy estamos en los 800, que es muy cercano a lo que se hace en narrativa. Y eso es mucho. Y bueno, porque quiere decir que hay interés. El desafío es profesionalizar la edición y que se publique cada vez mejor literatura infantil y juvenil, que haya más formación, que hayan mejores escritores e ilustradores. Ya hay varios, pero se puede mejorar. Y los editores y las editoriales tienen que ser profesionales. Y, por otro lado, hay que educar al público en general a distinguir qué es un buen libro infantil de lo que no lo es.

—Sobre el posicionamiento de autores chilenos de LIJ en el extranjero, ¿ha habido mayor salida?
Con el aumento de la producción nacional, ha habido una mayor salida. En la Feria de Bolonia, por ejemplo, premiaron el año pasado a María José Ferrada, a Sara Bertrand. Están saliendo más, y están en contacto con otros países. Creo que hay mucho que hacer todavía al respecto. Y eso tiene directa relación con la profesionalización de la industria y la calidad de lo que se hace.

FORMANDO LECTORES

—Cuando uno piensa en la LIJ, piensa en literatura obligatoria para la enseñanza básica y media, libros que se piden no por el placer de leer sino por la obligación de responder una prueba. Con los años de experiencia que tienes en el rubro, me gustaría saber cuál es tu postura. ¿Qué cambios se pueden hacer desde la industria editorial para promover el placer de leer?

Un editor —me voy a poner purista y no muy real, porque hay exigencias de mercado—, un editor debería hacer solo buenos libros. Y para eso tiene que estar formado como editor, no solo tener buenas intenciones. Los libros tienen que estar al alcance de la gente. En ese sentido, la cadena del libro es muy amplia. Tenemos que tener buenas librerías, con libreros que sepan lo que tienen. Eso no ocurre hoy. Los libreros no saben de literatura infantil, es muy difícil que un papá llegue a los buenos libros infantiles. Están escondidos y la gente no sabe, tiene más formación o tiene más acceso a información sobre la literatura de adultos, pero no la infantil.

» Las bibliotecas son muy importantes, los bibliotecarios y todos los mediadores. Pero también en la casa tienen que haber libros. La formación educacional de la gente, en todo el concepto de la palabra, depende del acervo cultural de la familia. Entonces si tú llegas a tu casa, por cansado que estés, y en la noche le lees un cuento a tu hijo/sobrino/nieto, ese niño va a tener una experiencia distinta con el libro. Un libro lleva a otro. Una conversación te lleva a un libro, y así sucesivamente. Si la respuesta de tu familia es prender la tele y ver Netflix, entonces la respuesta del niño va a ser la misma.

—¿El ámbito escolar condiciona la literatura infantil y juvenil que se publica? 
Lo escolar condiciona muchísimo. Los que amamos la literatura infantil nos gustaría que el criterio fuera calidad. Siempre. El problema es que la literatura infantil que más vende, porque esto es una industria, es la que se vende en los colegios. Es decir, si un libro es lectura complementaria en un colegio, va a permanecer allí mucho tiempo, y va a vender muchos y muchos años. Entonces los editores muchas veces publican libros más con la mirada en lo que saben que le va a gustar al profesor, que lo que le va a gustar al niño.

—Sobre las temáticas de los libros de LIJ, ¿crees que hoy se corren más riesgos al momento de publicar?  
Hay cosas que están pasando en la sociedad y que están permeando. En general yo creo que no, [los editores] no están muy abiertos a correr riesgos por este temor a la respuesta que van a tener los adultos. Y allí es importante decir que la literatura infantil no empieza ni termina en lo que se da a leer en los colegios. De partida, los niños que son lectores, cuando buscan libros, no les gustan los libros que están en estas colecciones escolares, porque sienten que es lectura escolar. La prueba de comprensión lectora es lo que más puede matar el gusto por la lectura. Desafortunadamente, los profesores necesitan evaluar.

» Entonces, hay un universo de editoriales que publican libros que no están realmente pensados para el colegio, y que sí se aventuran un poco más en temáticas como la muerte, la separación de los papás, la diversidad.

—Hablemos de déficit lector en Chile, específicamente en niños y adolescentes. Se dice que el IVA al libro es un gran culpable de la falta de lectores y de nuestra baja comprensión lectora. ¿Es el gran problema? 
Creo que influye poco o nada. La gente que es lectora los paga o los busca en alguna parte —biblioteca, préstamo, colegios, lo que sea— si no lo pueden pagar. Pero eso también es visible en ferias del Libro. Por ejemplo, hubo hace poco una feria del libro sin IVA en Barrio Italia, y tampoco los compran en masa. Todo el mundo dice que los libros son muy caros, pero la mayoría de los libros —y más aún los libros infantiles— están alrededor de los $10.000 (US $16,5). Yo me pregunto, ¿Por qué Lollapalooza a $300 mil no es caro? ¿O por qué un concierto a $60 mil no es caro? ¿O por qué ir al cine a $10 mil no es caro? Hay que hacer del libro algo sexy, que la gente los quiera tener y por eso es importante publicar buenos libros.


*Para más detalles sobre el Diplomado en Edición de Literatura Infantil y Juvenil de la UDP, visita su sitio web.

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