Antisemitismo, oportunismo e intriga política: el tour de Olga Tokarczuk por el siglo XVIII

Un viaje entre fronteras, idiomas y religiones, es el que la Premio Nobel polaca entrega en “Los libros de Jacob” (Editorial Anagrama, Barcelona, 2023, 1.064 pp.), una narración visionaria sobre un líder religioso, Jacob Frank, y sus seguidores, abordando importantes asuntos históricos y filosóficos. Según la reseñista, es también sobre diversos tipos de lectores y de escritores.

Olga Tokarczuk. Fotografía: Jacek Kołodziejski.

La épica novela experimental de la ganadora del Premio Nobel Olga Tokarczuk Los libros de Jacob es —tal vez de forma no inesperada, dado su título— un libro sobre la lectura y la escritura.

En el centro de la novela están los frankistas, una secta religiosa judía de los siglos XVIII y XIX. Dentro de las más de mil páginas del magistral relato de Tokarczuk sobre la vida de una figura histórica, Jacob Frank —el autoproclamado Mesías de los frankistas— nos encontramos con varios tipos de lectores y escritores. Hay escritores y lectores de cartas, autores y lectores de libros, cronistas de vidas y hechos.

Los libros de Jacob. Olga Tokarczuk. Trad. A. Orzeszek y E. Rubio, Editorial Anagrama, Barcelona, 2023, 1.064 pp.

Uno de estos escritores es el cura polaco Chmielowski, otra figura histórica, que está compilando una enciclopedia titulada Nueva Atenas. Al principio de la novela, Chmielowski analiza el poder de los libros. “Si los seres humanos leyeran los mismos libros”, dice, “vivirían en el mismo mundo”.

Lo que encontramos en Los Libros de Jacob, sin embargo, es que los libros crean desavenencias. Leer es una experiencia diferente para cada uno. Como Tokarczuk muestra una y otra vez, las diferencias en lo que leemos y cómo leemos se vuelven especialmente intrigantes cuando leemos libros religiosos y vivimos según sus preceptos. Estos libros se utilizan para distinguir entre las personas y para dividir comunidades.

Nachman, uno de los varios narradores de la novela y principal cronista de la vida de Frank, anota en su diario que hay cuatro tipos de lectores: “el lector esponja, el lector embudo, el lector tamiz y el lector cedazo”. Cada uno tiene una forma diferente de absorber, filtrar y transmitir información.

Estos cuatro tipos de lectores se reflejan en los diversos escritores que encontramos en la novela de Tokarczuk. Hay escritores que siguen a Jacob y escritores cuyas plumas él alborota.  Ellos reportan diferentes informaciones sobre la llegada del “Mesías” y cómo sus acciones afectan a las diferentes comunidades. De esta forma, Tokarczuk ofrece una visión detallada y matizada de las sociedades europeas marcadas por el antisemitismo, el oportunismo y las intrigas políticas.

Junto a estos informes, el protagonista de la novela, Jacob Frank, lleva al lector a un viaje vertiginoso por la Europa del siglo XVIII. Jacob reúne discípulos. Tiene que esconderse de la Iglesia Católica. Es bautizado para evitar la persecución. Es encarcelado tras ser traicionado por algunos de sus seguidores. Se instala en diferentes lugares, entre ellos Podolia, Moldavia y el Imperio de los Habsburgo, donde establece comunidades que presagian las estructuras sociales de los kibutz en Palestina y, más tarde, Israel.

Lo que encontramos en Los Libros de Jacob, es que los libros crean desavenencias. Leer es una experiencia diferente para cada uno.

A medida que Jacob se vuelve cada vez más poderoso, el lector se enfrenta a los aspectos menos agradables de su liderazgo. Jacob ejemplifica la doctrina herética frankista de transgredir los límites morales.

Él castiga a sus seguidores por no traer suficiente dinero de sultanes y emperadores, dinero que se necesita para financiar su estilo de vida a menudo extravagante. Tiene varios amantes diferentes, tanto hombres como mujeres. Como líder de los frankistas, también decide qué hombres deben acostarse con qué mujeres, sin pedir el consentimiento de las mujeres. La novela incluso sugiere que tiene relaciones sexuales con su propia hija, quien queda embarazada y se ve obligada a abortar a su hijo.

Una multitud de relatos

Tokarczuk no confía en Jacob para llevar el hilo de la narración. En cambio, él puede ser visto como un medio para un fin. Él crea el espacio para que quienes lo rodean cuenten la historia de él y la de ellos mismos.

Algunas de las historias y voces más interesantes de Los libros de Jacob son femeninas. Yenta, el personaje que abre el libro, está suspendida entre la vida y la muerte. Más adelante en la novela, descubrimos que su sobrino, Elisha Schor, ha maldecido a Yenta, mandándola a este estado intermedio para que su muerte no arruine el día de la boda de su hija. Yenta finalmente se da cuenta de que ve todo desde arriba y se ha convertido en una narradora omnisciente:

“Al final de esta historia, cuando su cuerpo se está convirtiendo en cristal puro, Yenta descubre una nueva capacidad: deja de ser un mero testigo, un ojo que vaga por el espacio y el tiempo, para poder también navegar a través de los cuerpos humanos, de mujeres, hombres y niños, momento en el que el tiempo se acelera y todo sucede muy deprisa, en un solo instante”.

Yenta regresa a lo largo de la novela para comentar el destino de diferentes personajes. Ella es uno de los únicos personajes que prevé el fracaso de Jacob como un Mesías que promete traer la redención a las personas.

Este fracaso va en contra de las creencias expresadas en el libro mismo, donde se sugiere:

“Porque cuando el mundo alumbra a un Mesías, tiene que sufrir, se quiebran todas las leyes, caducan todos los contratos humanos, se hacen añicos las promesas y los juramentos…”.

Y un poco más allá:

“Jacob tiene razón, han dejado de ser obligatorias las leyes de este mundo, las de la Torá. Ahora todo es al revés”.

Hacia atrás, hacia adelante

La idea de trastocar las convenciones era parte integrante de la doctrina frankista. En Los libros de Jacob, el uso que hace Tokarczuk de la numeración de las páginas y de los capítulos cuestiona cuán exitoso fue esto para generar cambios.

La novela comienza en la página 1064 y luego retrocede a la página uno. Esto coloca Los Libros de Jacob de manera firme al interior de una tradición hebrea de escritura y narración. Tokarzcuk ha explicado que “la numeración alternativa de las páginas de este libro es un guiño a los libros escritos en hebreo, así como un recordatorio de que cada orden, cada sistema, es simplemente una cuestión a la que te has acostumbrado”.

La novela comienza en la página 1064 y luego retrocede a la página uno. Esto coloca Los Libros de Jacob de manera firme al interior de una tradición hebrea de escritura y narración.

Los números de página en reversa reflejan la ruptura de las convenciones e ilustran que “todo es al revés”. Sin embargo, los libros y capítulos dentro de la novela están numerados consecutivamente. La narrativa también progresa, en su mayor parte, de manera lineal.

Esta tensión entre números de página descendentes y números ascendentes de libros y capítulos confirma la sospecha de Yenta de que la llegada del Mesías no ha cambiado nada para sus seguidores. También llama la atención las muchas preguntas filosóficas sobre la existencia humana que plantea la novela. Estas incluyen la creencia en el Más Allá, la necesidad de la redención y el deseo de ser recordado y dejar un legado para las generaciones venideras.

El final de la novela ofrece otra forma de explicar por qué comenzamos a leer Los libros de Jacob en la página 1.064. Yenta, que está presente solamente como una conciencia más adelante en el texto, pasa el final de su vida en una cueva en Korolówa. El recuerdo de esta cueva se transmite de generación en generación en la familia de Yenta. Gracias a este recuerdo, 38 judíos pueden esconderse allí de los nazis y sobrevivir al Holocausto.

El final de la novela sitúa así el Holocausto dentro de una historia más larga de antisemitismo y persecución. Se suma a nuestra comprensión de por qué y cómo ocurrió el Holocausto, sin necesariamente resolver las cuestiones filosóficas y éticas que plantea el genocidio.

​La novela Los libros de Jacob no ofrece unas respuestas claras a grandes preguntas filosóficas, pero ciertamente nos da un punto de partida desde el cual considerar estas preguntas. Como Elżbieta Drużbacka, una poeta barroca y corresponsal del cura Chmielowski, menciona en una carta:

“Para expresar en una lengua toda su inmensidad [del mundo] no se puede usar palabras demasiado claras ni obvias ni unívocas… las palabras y las imágenes deben ser flexibles y ambiguas, deben centellear, entrañar muchos sentidos”.

Esta carta forma parte de un capítulo que acertadamente se titula: “De la perfección de las formas imprecisas”. Las palabras de Olga Tocarzuk centellean con flexibilidad y ambigüedad. Vemos ejemplos de “formas imprecisas” en los textos compuestos por los diversos escritores en su novela. Pero Los libros de Jacob misma es una obra elaborada con precisión, que experimenta hábilmente con la forma, sin perder de vista el desarrollo de una narración que mantiene al lector enganchado hasta el final.

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