El principio del fin romano

428 es el último año de cierto orden. Al año siguiente los vándalos invaden África. El asentamiento bárbaro en Occidente romano es problemático. El año 410 Roma había sido saqueada por los visigodos. Dieciséis siglos después de los hechos, el historiador Giusto Traina escribe 428 después de Cristo: Historia de un año y John F. Drinkwater comenta su libro.

El saqueo de Roma en el año 410 d.C. por los bárbaros. Pintura de Joseph-Noël Sylvestre, de 1890 [fragmento].

Traina lleva a sus lectores a un tour alrededor del Imperio Romano durante «un año aparentemente ‘anónimo'», el 428 después de Cristo. Comenzamos el viaje, en el capítulo primero, acompañando al comandante supremo, Flavio Dionisio, a Mesopotamia, para finalizar la transferencia de Armenia a la esfera de influencia persa después de más de 360 ​​años (desde el reinado de Nerón) de la hegemonía romana. En el capítulo segundo, nos reencontramos con Flavio Dionisio en Siria, cuando recoge al monje Nestorio cerca de su capital, la bulliciosa Antioquía, y lo lleva a Constantinopla para su entronización como obispo allí. El emperador Teodosio II esperaba que Nestorio mantuviera al clero constantinopolitano en orden y ayudara a retener a la iglesia oriental, la siríaca, en la órbita de los grecoparlantes. En el capítulo tercero, vemos a quién y qué vieron Dionisio y Nestorio cuando viajaban desde Antioquía a Constantinopla a lo largo de la «vía de los peregrinos». El capítulo cuarto abandona a Dionisio y presenta, en cambio, una descripción de la Constantinopla del siglo V: sus edificios, su economía y la espectacular corte de Teodosio II. Traina está ansioso por presentar a Teodosio —esa bestia rara, un emperador nacido del purpurado—, como algo más que el monarca sumiso de la tradición. Él era más un dirigente que un dirigido, alguien decidido a cumplir sus deberes imperiales.


428 después de Cristo: Historia de un año. Giusto Traina, Editorial Akal, Madrid, 2011, 208 pp. Traducción de Manuel Parodi.

En la primera parte del capítulo quinto, Traina desarrolla el tema de Teodosio II como un gobernante concienzudo, perceptivo y dinámico de un imperio que, después de un largo período de tensión interna e incluso guerra civil, estaba o (con el reciente establecimiento de Valentiniano III como gobernante del Oriente, bajo la tutela de su madre, tía de Teodosio, Gala Placidia) al menos parecía estar, cerca de la reunificación. De hecho, según Traina, Teodosio había resuelto los asuntos con Persia precisamente para perseguir esta reunificación, un aspecto de lo cual todavía es visible en el gran Código Teodosiano. En la segunda parte del capítulo quinto, Traina salta desde Constantinopla para revisar la vida intelectual y religiosa en Atenas.

El tour se reanuda en el capítulo sexto, cuando Traina introduce a los lectores a la vida en Italia, con observaciones sobre Rávena y Roma, sobre la evolución del papado y sobre la condición relativamente saludable de la península. El movimiento se mantiene en el capítulo séptimo, en el que Traina evalúa el estado de las provincias occidentales, especialmente la Galia y Gran Bretaña. En el capítulo octavo, Traina viaja a través de España hacia el norte de África. Él destaca la importancia del inminente movimiento de los Vándalos desde España hacia las provincias africanas, y la importancia de los escritos de San Agustín como reflejo de las cambiantes percepciones occidentales del carácter y la fortaleza del Imperio Romano. La perspectiva cristiana proporciona el vínculo entre África y Egipto, una tierra próspera en que la Alejandría cristiana, liderada desde finales del año 428 por el celoso patriarca Cirilo, fue la temible rival de Constantinopla. Cirilo, con sus obispos y los monjes coptos locales, hicieron la vida muy difícil a los paganos sobrevivientes. Traina utiliza el papel del patriarca de Alejandría al determinar la fecha de la Pascua para avanzar más hacia el este, hacia Jerusalén, y describir la intensidad de la vida religiosa en la Tierra Santa, incluida la creciente restricción del judaísmo. El autor comienza su capítulo final, el undécimo, declarando que «aún existía una entidad que podría definirse como ‘Roma'», antes de volver al comienzo de su viaje al examinar las relaciones entre Roma y su único par equiparable, el imperio persa. Concluye con un breve epílogo, que resume lo que sucedió luego a las tierras y a los pueblos visitados.

Es fácil encontrar fallas en Traina. Aunque él hace todo lo posible para mantener el «428», la escasez de fuentes lo obliga a deambular, por ejemplo, tomando su descripción de Rávena de un texto de 468. Y como todo estudioso que trabaja fuera de su campo, realiza declaraciones cuestionables, por ejemplo, sobre el significado de la derrota franca en vicus Helenae. El capítulo quinto difícilmente es la «Anatomía de un imperio», ya que su material «anatómico» es breve y localizado. Realmente debería, como parece prometer al principio, llevar al lector hacia Occidente, pero se queda atascado en el Oriente. Traina proporciona notas finales relativamente extensas, pero no una bibliografía consolidada. Como es habitual en las traducciones, sus referencias bibliográficas suelen estar en el idioma original. Sin embargo, el libro funciona.

Mientras leía 428 después de Cristo, sentí que estaba en un gran tour  histórico/arqueológico, dirigido por un guía de primera clase.

Inicialmente desconfiaba de su inseguro enfoque poco ortodoxo, pero finalmente fui convencido. Sus capítulos son relativamente breves, son de «tamaño de bocado» y están bien provistos de mapas. Mientras lo leía, sentí que, de hecho, estaba en un gran tour  histórico/arqueológico, dirigido por un guía de primera clase. En tal situación, uno no puede esperar que se le cuente o se le recuerde todo; pero uno se pone en contacto con áreas y temas con los que normalmente no se encontraría, y el interés de uno es lo suficientemente incentivado como para alentar un regreso a algunos de ellos con mayor profundidad después.

Salí de Traina con tres nuevas impresiones de los comienzos del siglo V. La primera es la obstinada supervivencia del paganismo, incluso en el Oriente. La segunda es la influencia generalizada del nestorianismo y, detrás de este, del incómodo (tanto para las autoridades laicas como para las eclesiásticas) movimiento general de radical ascetismo cristiano que permitió conexiones entre, por ejemplo, el nestorianismo, el pelagianismo y el monasticismo. Y una tercera, relacionada con la segunda, es que el Occidente, incluso la lejana Gran Bretaña, todavía estaba en el marco imperial. El lema del libro de Traina es la observación del armenio antiguo tardío Moisés de Khoren: «No existe historia sin cronología». Averil Cameron ha intentado explicarlo como el intento de Traina de dar a la larga Antigüedad tardía —generalmente considerada sincrónicamente— un enfoque más diacrónico. Sin embargo, esto difícilmente se ajusta a un libro herméticamente centrado en el año 428. Ella también ha comentado: «Los cambios históricos se producen a diferentes velocidades en diferentes regiones, pero los eventos importan y también lo hacen los contextos específicos». Una posible explicación alternativa puede ser, por tanto, que Traina, con un ojo en el continuo espacio-tiempo de Einstein, se pregunte si en 428 era «428» en todo el Imperio Romano, llegando a la conclusión de que, precisamente, lo era.

Teodosio II recibe las reliquias de Juan Crisóstomo. Miniatura de principios del siglo XI.

Pero, ¿para quién está pensado el libro de Traina? Ocasionalmente (por ejemplo, cuando sobre Galatia, indica su significado:  «en griego ‘país de los galos'») proporciona información muy básica. Más a menudo, sin embargo, él asume un alto grado de conocimiento previo, y sobre esta base se entrega a un cuidadoso argumento histórico que lleva a la especulación informada, que es el pan y el agua de los historiadores profesionales de la Antigüedad, pero un potencial veneno para otros. Me pregunto qué harán los estudiantes novatos con el análisis de Traina del impacto del asentamiento bárbaro en Occidente. Este es un tema difícil. Mientras el Oriente romano era básicamente lo mismo que había sido en el siglo IV, el Occidente había sufrido un cuarto de siglo de rápido cambio, en particular con el establecimiento de las primeras áreas de control germánicas. Traina hace su mejor esfuerzo por bosquejar un cuadro preciso pero, según reconoce, la situación era compleja, las fuentes son pobres y la interpretación moderna de lo que estaba sucediendo (¿»etnogénesis»?, ¿»invasión»?) está plagada de controversias. La propia incertidumbre de Traina en este punto se refleja en la relativamente amplia extensión de este capítulo, su enigmático título —»Pruebas técnicas del Medievo»— y sus argumentos desarticulados y, a menudo, rígidos y cuestionables. Para controlar esto, y para poder oler el cambio en el aire, uno tiene que estar al tanto. 428 no era simplemente aquel «un año» del subtítulo del libro. Esto no es solo porque vio el final de la soberanía romana sobre Armenia. El tono generalmente positivo de Traina se deriva del hecho de que él escribe desde una perspectiva oriental. En el oeste, las cosas eran distintas. La recuperación y la reunificación, tal vez, eran posibles, pero estaban equilibradas en el filo de un cuchillo. En 429, las cosas cayeron decisivamente del lado equivocado cuando los vándalos invadieron África, cortando (como Traina da a entener, pero esconde) los principales tendones económicos y fiscales de Occidente. Como debe de estar constantemente en el trasfondo de la mente de cualquier lector que sepa esto, y a la espera de que se deje caer la bota vándala, en Occidente, 428 fue el último año del antiguo orden.

Artículo aparecido en «European Reviewof History» (2011).

Traducción: Patricio Tapia.

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