Capitalismo y alucinaciones: tres ideas sobre «El socio» de Jenaro Prieto

Una historia de personajes que inventan personajes, de fortunas que erupcionan y se desvanecen en el aire. Ediciones Universidad Diego Portales reedita una novela que todavía busca su lugar en la literatura chilena.

jenaro prieto el socio

Walter Davis en la portada de la segunda edición de El socio (Sociedad Chilena de Ediciones, 1928).

RESUMEN EJECUTIVO
Julián Pardo, descrito como un poeta, casado, padre de un hijo de precaria salud, busca despercudirse de los fracasos económicos e inventa un socio —el inglés Walter R. Davis— para ganar confianza en la bolsa. Con el tiempo Davis le traerá éxitos bursátiles pero también lo opacará al punto de sentirse traicionado por su propia creación. Una versión de la novela está disponible en Memoria Chilena (formato pdf). Léala, no se arrepentirá.


1. ESPECULACIÓN
Una historia del dinero en la literatura chilena no podría soslayar a El socio. Publicada un año antes del colapso del 29, esta obra ilumina un momento bisagra de la economía nacional, en tránsito desde la riqueza de la tierra hacia la riqueza especulativa. Jenaro Prieto nos sumerge en los códigos, lenguajes y límites éticos de esta nueva élite urbana, opuesta a la aristocracia terrateniente. La Bolsa de Santiago es como la Casa grande, si recurrimos al título de la novela de Luis Orrego Luco (1908). Ahí, en la Bolsa, se transan los papeles —qué vacía suena la imagen— de empresas de escaso valor pero que prometen una riqueza futura. La especulación como mecanismo de ganancia, en todos los niveles, es un motor en la novela. Así como leemos sobre un socio que nadie ve, también contabilizamos dinero que nadie toca: fortunas se hacen y deshacen, auríferas inertes adquieren valorizaciones improbables. Esta novela, pues, nos descubre el poderoso grado de simulación del capital financiero, tan frágil e intangible y, a la vez, tan determinante en el devenir de nuestras vidas.


2. ALUCINACIONES
Al comienzo de la novela Julián Pardo observa un caballo muerto cuyo rostro aún exhibe una «mueca de supremo sarcasmo» (18); en ese momento imaginará que el equino le habla, que lo critica, que lo trata de «colega». Primera alucinación. Tras la creación de Walter Davis y la falsificación de un poder notarial en Valparaíso, la conciencia de Pardo comienza a hablar («Cometerás un acto indigno») hasta que esa voz interna la adopta Davis: «Mister Pardo: usted hace mal» (82). Segunda alucinación. Luego la sombra de Davis emergerá en callejones y en el lecho de muerte de su hijo. Carezco del conocimiento para «diagnosticar» a Pardo pero sí percibo que el paso de alucinaciones auditivas a visuales es síntoma de un empeoramiento en su delirio. Además, Jenaro Prieto instala un elemento paratextual —un epígrafe de Oscar Wilde— que influye solapadamente en la lectura de la novela: «Los únicos seres reales son los que nunca han existido». Esta afirmación, bella en su formulación y taxativa en su significado, me permite entroncar con el punto uno: no sólo los personajes falsos son los más reales; las fortunas más especulativas, o simuladas en su creación, son también las más poderosas. Sería interesante cruzar, en un futuro análisis de El socio, las lecturas sobre capitalismo y alucinaciones. Incluso propongo un título tentativo: «Las alucinaciones del capitalismo». O un encabezado más comercial: «Mi amigo imaginario me traicionó».


3. INFERIORIDAD
Una última idea de lectura de la novela tiene que ver con las taras de nuestras raíces culturales. El éxito de Walter Davis como especulador no sólo reside en su perspicaz conocimiento de la lógica bursátil. No. Davis es legitimado por los otros especuladores porque es inglés. «Todos sabemos que tú haces lo que te ordena Davis» (167), dice Luis Alvear al protagonista. El «gringo Davis» es el verdadero jaguar, excéntrico y fascinante. Nadie lo ha visto pero todos dicen conocerlo. Es un signo de estatus. Julián Pardo es sólo un intermediario para que la genialidad del inglés opere en suelo chileno. El acierto de Pardo —»diseñar» un socio creíble— es también su condena: será la triste sombra, la sombra chilena, de un hombre de negocios criado en la cuna del capitalismo. En 1911 Francisco Encina publicó Nuestra inferioridad económica y ahí habló de la «extraordinaria ineptitud económica en la población nacional, hija de la mentalidad de la raza». Ecos de ese descarnado discurso resuenan en los especuladores que pululan en las páginas de El socio. ¿Qué forma adquiriría un socio imaginario en el siglo XXI? ¿Acudiríamos a un extranjero, a un emprendedor de Silicon Valley? ¿O nuestras diferencias de clase ya son los suficientemente abismales como para encontrar un foráneo tipo Davis entre nuestros propios compatriotas?


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El socio
Jenaro Prieto
Ediciones Universidad Diego Portales
2014
234 páginas

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