Reseña
Enric González, el cronista de las grandes metrópolis occidentales
Por Enric González + Javier Borràs Arumí | Nov 12, 2013
«Un periodista debe leer como si le fuera la vida en ello, porque le va la vida en ello”. Y Enric González ha leído. Y ha deambulado por las avenidas y callejones de las grandes ciudades de Occidente. Y ha bebido en sórdidos bares neoyorquinos para luego contemplar las grandes obras del Renacimiento italiano. Y ha conseguido a lo largo de su trayectoria recibir el calificativo de “el Kapuscinski español”. Cosa que no es poco.

Fotografía de M. Graizer
Ejerció de periodista para el diario español El País durante 27 años. Fue corresponsal en la Guerra del Golfo, Israel, Ruanda… pero decidió escribir sobre su estancia en tres de las grandes capitales de Occidente: Londres, Nueva York y Roma. En tiempos donde el viento de la crónica llevaba (y lleva) a la guerra y a la violencia, Enric decidió escribir sobre las capitales de los tres grandes imperios de la historia. Donde para captar el interés del lector se necesita algo más que kalshnikovs y sangre a borbotones.
“Me metí en este lío desconocido por no llevar la contraria a una editora rubia y de ojos claros”. Así empezó su reto de escribir sobre Londres. En Reino Unido, si quieres tener un perro en casa debe supervisar tu hogar un inspector de la burocracia londinense. A Enric no le dejaron y acabó comprándose un gato. A partir de esta anécdota, el autor refleja las prácticas de una sociedad aún aristocrática gobernada por una “dictadura parlamentaria”. Y éste es uno de los puntos fuertes del libro: González puede hablar de la religión protestante, de las cloacas británicas o de los hooligans del Manchester United, y aunque no te interese para nada el tema, lo sigues leyendo. La combinación de anécdotas personales, políticas, históricas y culturales, aderezadas por un estilo sencillo, irónico y próximo, mantiene pegado al lector a cualquiera de sus crónicas.
“No soy artista, ni escritor, soy un puto periodista”. Y el periodista cambió de hábitat y se fue de corresponsal a Nueva York. La cuna multicultural del Imperio es una mezcla de riqueza, violencia y sordidez. Buscar un piso se convierte en una tarea heroica (y millonaria), en una ciudad donde se encuentra la cuna del capitalismo mundial: Wall Street. Enric González no fue a la universidad (y quizá eso le hizo un gran favor), pero empezó su trabajo de reportero en el ámbito de la economía. Conocedor de las artimañas del libre mercado, nos cuenta al ritmo del poema de Allen Ginsberg sobre “Moloch” cómo han crecido las grandes fortunas financieras neoyorquinas. Para luego trasladarse al barrio de “Five Points” (donde ahora se erige Chinatown) durante el siglo XIX, donde las bandas criminales se decapitaban y apaleaban día tras día, y los demócratas ultracorruptos y los republicanos xenófobos compraban cargos y votos en una ciudad invadida por el cólera. Una violencia que continuó con la mafia durante la primera mitad del siglo XX y que prosiguió con la droga y las bandas hasta finales de este siglo, cuando el alcalde republicano Rudy Giuliani realizó su dura terapia de shock anti-criminalidad. Pero Nueva York también es comer grandes filetes en los míticos “Sparks” o “Peter Luger”, tomar partido por los “Mets” o los “Yankees” o emborracharse en los oscuros sótanos de algún tugurio de la Gran Manzana. Esta ciudad también es un lugar para despedirse de amigos y antiguos compañeros de corresponsalía asesinados en guerras lejanas. Enric González no nos explica sus penas, pero sí cuenta cómo estas grandes tragedias le fueron cambiando la vida. De manera sincera y sencilla, siendo simplemente un hombre que va perdiendo poco a poco a los que quiere.

Imagen de M. Graizer
“Con el libro de Roma me limité a cumplir un contrato: lo redacté en unos cuantos días, cargado de nicotina y cafeína y en un estado semihipnótico; quizá por eso salió más sincero de lo necesario”. La última de las metrópolis es la capital del primer Imperio, donde su lejanía es síntoma claro de su decadencia. Italia es violencia política, con las Brigadas Rojas o el fascismo reclamando las entrañas de un pueblo apasionado. Italia es violencia deportiva, donde el Lazio y la Roma se apalean en la grada, con anti-disturbios cargando después de cada partido. Italia es violencia criminal, tanto mafiosa como berlusconiana. O vaticana. Roma también es el revés apasionado de un cine propio marcado por la familia, y por ese espíritu italiano tan incomprensible pero tan bien insinuado en las páginas de la última “historia” que escribió Enric.
El libro Todas las historias y un epílogo reúne estas tres vidas en estas tres ciudades. González añade un epílogo, desde Jerusalén, donde se empezó a intuir la autobiografía Memorias Líquidas, que el autor publicaría en 2012. Si recomiendo este libro en vez de “Memorias Líquidas” es porque el primero tiene 457 páginas y el segundo sólo 181. Y eso ya es suficiente motivo para adentrarse en los dos.
Enric González suele despertar simpatía. El chico quería ser veterinario, pero acabó trabajando durante un mes en un diario local, donde se enamoró de la profesión. Hoy es un autor de crónicas de estilo sencillo, donde se van paladeando destellos de una cultura y un conocimiento brutales. El periodista “renacentista” que hizo crítica de cine siendo claustrofóbico, crónicas deportivas con tintes filosóficos, apuntes gastronómicos-sociológicos o reflexiones metafísicas y religiosas siendo ateo. El periodista escéptico sin superioridad moral por ello. Un socialista paradójico, bañado en un pesimismo fundado.
Leer a Enric González es querer ir a tomarse una cerveza con él. Y quizá ésta sea la clave de su grandeza.
TODAS LAS HISTORIAS Y UN EPÍLOGO
Historias de Londres- Historias de Nueva York- Historias de Roma
Enric González
RBA
Barcelona, España, 2011
457 páginas