Jean Echenoz: el exceso y la sobriedad

El reconocido narrador francés, autor de una quincena de libros, todos ellos muy celebrados y varios premiados, visita Chile. Participará en la Cátedra Abierta en Homenaje a Roberto Bolaño el martes 3 de octubre (11.30 horas) y el miércoles 4 en el Instituto Chileno Francés de Cultura (19 horas). En su última novela, Corea del Norte es el escenario principal.

Por el despliegue de sus tramas y subtramas, por la fantasía juguetona y casi absurda de lo que ocurre en ellas, por los desplazamientos geográficos inauditos, la obra de Jean Echenoz podría ponerse bajo el signo del exceso. Un inventor parisino que huye con los documentos de un proyecto secreto a una isla lejana, supuestamente atravesada por el meridiano cero, es la base de su primera novela (El meridiano de Greenwich, 1979). En la última, Enviada especial (2016), el servicio secreto francés secuestra y recluta a una cantante que alguna vez tuvo un tema de éxito para desestabilizar el régimen norcoreano; la canción, ya olvidada en Francia, sigue allí siendo un hit, incluso en las altas esferas políticas (por cierto, la canción tiene por título “Excessif» o «Excesivo» y recuerda a otra que figura en una narración previa del mismo Echenoz).

Entre ambos libros él ha escrito una quincena de otros. Además de recurrir a ciertos elementos de distintos géneros: la novela negra (como en Cherokee o en Rubias Peligrosas), la novela de espías (como en, además de La enviada especial, Lago), ha sido constante la exuberancia narrativa: Nosotros tres (1992) es la historia de un trío amoroso, pero también de un terremoto en Marsella y un viaje espacial; el protagonista de Me voy (1999) es el dueño no exitoso de una galería de arte que está hastiado de los caprichos de sus artistas, quien ha decidido marcharse y llega al Ártico en busca del arte esquimal.

Sin embargo, esa opulencia de hechos y lugares, ha sido relatada siempre de manera contenida y concisa, en un estilo impersonal y escueto. La sobriedad estilística modera la profusión imaginativa. Quizá bajo el impulso de la contención, en cierto momento Echenoz se alejó de la exploración geográfica del presente para internarse en algunas vidas de personajes reales del pasado: se ocupó de los últimos años del músico Maurice Ravel, con sus enfermedades y manías (Ravel, 2006); abordó la vida del atleta checo Emil Zátopek, sus logros y humillaciones, bajo la ocupación alemana o bajo el sistema soviético (Correr, 2008); contó las venturas y deventuras del inventor e ingeniero

Nikola Tesla (Relámpagos, 2010). También bajo las limitaciones de lo histórico, trató el desastre de la Gran Guerra en la brevísima 14 (2012), a través de lo que su llegada implicó en la vida de un grupo de amigos.

Lo histórico y lo biográfico no sólo ha sido parte de sus novelas, sino también de algunos de sus cuentos, reunidos en Capricho de la reina (2014): “Nelson” es una recreación histórica de un momento de la vida del almirante en el invierno de 1802, en la campiña inglesa; es cierto que también uno de los relatos («Nitrox») tiene por protagonista a una agente secreta con sus incursiones submarinas.

Como sea, en su último libro, retoma la ficción, los saludos a ciertos géneros y aumenta el humor para explorar el extraño terreno de Corea del Norte. El más reciente interés mundial en ese país podría fecharse en la detonación de su primera bomba de hidrógeno en enero de 2016. Es casi al mismo tiempo que aparecía Enviada especial, de Echenoz, que en gran parte transcurre allí. El lugar obviamente le había interesado desde antes. De hecho, como al pasar figura en algún momento de Nosotros tres un retrato (en pintura) de Kim Jong-il, entonces su «líder supremo», ahora «eterno».

—¿Desde cuándo y qué fue lo que le llamó la atención de Corea del Norte? Las bombas, misiles e intercambios de insultos entre su gobernante y Donald Trump le han conferido un aire de guerra fría a todo lo que ocurre allí….

—Corea del Norte me ha parecido por mucho tiempo como un terreno de ficción interesante en la medida en que, pareciendo en todos los aspectos impensable, realmente existe y debe ser abordada. Mi interés en este país se remonta a muchos años, mucho antes de que las amenazas nucleares se hicieran claras, aunque mientras tanto la investigación en ese campo parecía ya muy avanzada. Sin ser en absoluto un especialista en geopolítica, me parece que los ensayos recientes destacan como una especie de chantaje identitario. Por diferentes razones, no puedo imaginar que vayan más allá del estadio de la provocación. Quiero creer que Donald Trump está lo suficientemente bien aconsejado para entender eso.

—El libro tiene mucho de comedia y algo de novela de espías. ¿Diría que es una parodia o una celebración del género? Porque sus primeros libros tenían no poco de juego u homenaje a otros géneros…

—No me gusta (en cuanto novelista) la parodia ni el pastiche, la burla ni la caricatura. Si hago referencia a los códigos o a la artillería de géneros literarios «menores», es precisamente para rendirle homenaje a ellos y, más simplemente, para usarlos porque son a menudo eficaces y hermosos.

—El tema del desplazamiento y las geografías más o menos exóticas han sido importantes en sus libros. ¿Por qué?

—Los lugares son importantes para mí porque son los motores de la ficción, tan importantes como los personajes: no desempeñan solamente el papel de decoraciones sino que ellos mismos son, a mis ojos, personajes. Y no puedo concebir una novela sin movimiento. Me aburriría demasiado si no hubiera traslados.

Los lugares son importantes para mí porque son los motores de la ficción, tan importantes como los personajes.

—Otras constantes han sido el jazz y el cine. ¿Qué le han aportado?

—El cine me ha aportado su retórica. La música de jazz —como otras músicas— me ha dado la idea de los sonidos, las pausas, los fraseos, las síncopas, las disonancias, etc. He intentado usar e importar todo.

—Alguna vez imaginó la destrucción de Marsella en un terremoto. ¿Le tenía odio a la ciudad o le interesaban los sismos?

—Es cierto que no tengo recuerdos de infancia muy extraordinarios en la ciudad de Marsella, y que tal vez haya podido ajustar algunas cuentas. Pero una de mis dos ideas para Nosotros tres —todavía en el registro del homenaje— era trabajar en el género de la película de catástrofe, que era muy popular en cierta época (la otra idea estaba más relacionada con esto que se puede llamar space opera, ópera espacial).

—¿Es una impresión o sus libros suelen rehuir la psicología de los personajes? A ratos parece que la mejor manera de ver su «mundo interior» es a través de su relación con el mundo exterior…

—Puedo ser un lector muy ferviente de obras como las de Marcel Proust, Thomas Mann o Henry James, pero, en lo que concierne a mi trabajo, la psicología me aburre profundamente. No quiero describir estados de almas. Supongo que uno puede imaginar o deducir el universo interior de los personajes a partir de su relación con el mundo material. Este es un punto de vista conductual que no tiene nada de nuevo y que había sido puesto en marcha, de cierta manera, por Dashiell Hammett.

En lo que concierne a mi trabajo, la psicología me aburre profundamente. No quiero describir estados de almas.

—¿Le pasó algo así como un cansancio de la ficción que en cierto momento comenzó a escribir libros vinculados a personajes o hechos históricos? ¿Cree que volverá a esa línea de «vidas imaginarias»?

—Es cierto que esta serie de «vidas imaginarias» se me impuso en un momento en que mi interés por la ficción se había embotado un poco. Afortunadamente, me ha vuelto. No creo que regrese por un buen tiempo a estos asuntos históricos, puede ser que no regrese nunca a ellos, ya veremos.

—¿Es una coincidencia que el éxito musical de la heroína de Enviada especial tenga el mismo título que el éxito musical de la heroína de Rubias peligrosas?

—No, no es una coincidencia. Me gusta establecer pequeños puentes entre mis libros, en puntos de detalle o en nombres.

—En uno de los cuentos de Capricho de la reina dice que usa habitualmente un rotulador V5 Hi-Techpoint 0.5 Pilot. ¿Es un ritual, tiene otros?

—Siempre utilizo el mismo modelo de punta de fibra fina para trabajar: es el que más me conviene, aunque seguramente hay otros que son muy buenos. Pero no es un ritual, es sólo una herramienta adecuada. Además, a menudo escribo con un lápiz de grafito. No creo tener ningún ritual. Trabajo mejor por la mañana que por la tarde, pero tampoco creo que sea un ritual.

—Si no hubiera decidido ser escritor, ¿qué habría hecho?

—Prefiero no pensar en ello.

 

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