Jean-Louis Schéfer: el personal universo del ir al cine

Un libro señero sobre el cine (publicado en Chile por Catálogo), escrito por un autor admirado por Giles Deleuze y amigo de Raúl Ruiz, quien reflexiona sobre la experiencia del cine, la suya, de horas ante la pantalla y las emociones que implica. Lo comenta Will Luers.

Imagen de Freaks, de Tod Browning (1932)

El hombre ordinario del cine, del filósofo y crítico de arte francés Jean Louis Schéfer (1938-2022) es un libro extraño y desafiante. Es extraño porque el autor examina, con minucioso detalle, un muy personal universo del ir al cine. Es desafiante porque el lenguaje intenta transmitir el carácter fantasmal del cine antes que cualquier expresión material o contexto histórico en particular. No hay discusiones sobre “el aparato”, la cámara o las técnicas de edición, las intenciones del director o cualquier exégesis formal de películas en concreto. Los fragmentos de películas de género (en su mayoría de estilo burlesque, de terror y noir) se presentan fuera de contexto y son filtradas por las idiosincráticas observaciones, asociaciones y recuerdos de Schéfer. En su extrema subjetividad y reducción fenomenológica, El hombre ordinario del cine despierta la propia historia secreta del lector con el cine.

El hombre ordinario del cine.
Jean-Louis Schéfer.
Trad. C. Bettoni, Editorial Catálogo, Viña del Mar, 2020, 244 pp.

Esta traducción de la influyente obra de Schéfer de 1980 llega en un momento en que “el cine” mismo es un fantasma en la cultura contemporánea. El cine está pasando por una crisis, una redefinición, una muerte lenta, una transformación tecnológica o incluso un renacimiento, según a quién se consulte. Pero uno lee El hombre ordinario del cine ahora como si se estuviera dirigiendo a la persona ordinaria de la era de Internet. ¿Cuál es el efecto acumulativo de todas esas imágenes de pantallas en nuestras psiques y en nuestros cuerpos? ¿Podemos siquiera saberlo? Nos sentamos junto a otros en el teatro. Nos acomodamos en la cama con nuestro computador portátil y audífonos. La experiencia del cine, entonces y ahora, es “compartida”, pero permanece “privada, oculta, secretamente individual”. La expectativa colectiva (de productores, dueños de cines, servicios de transmisión en línea y sus clientes) es que la película exitosamente nos transportará a otro mundo.

Pero como apunta Schéfer, hay más que agregar a la historia. Una película está hecha de detalles: gestos, texturas, objetos y sombras; y no todas estas imágenes están conectadas a la narración ni a ningún significado preciso. “De una mano posada sobre una mesa y que transpira como un rostro, no espero que signifique, sino que pase, es decir, que deje de ser una mano”. Mientras conscientemente atendemos a la trama, los detalles más insignificantes trabajan sobre nosotros de manera invisible.

Aquí está Schéfer, en una prosa característicamente densa, sobre cómo algunas imágenes, carentes de un propósito narrativo claro, llegan a ser absorbidas sin saberlo por el espectador:

En principio, el sentido que añadimos a la imagen está ligado a un misterio: no sabemos si podremos captarlo completamente, o si esa adición es apenas una muestra fragmentaria de las posibilidades de sentido que existen en la imagen, o si eso que agregamos no es, en principio, algo de nosotros mismos. Más allá de la seducción de las imágenes, la película conservará ese misterio (y lo conservará como parte nuestra): ante de aprehender un nuevo sentido, aprendemos esto: el significado es un cuerpo.

Imagen de La Momia de Terence Fisher 1959

Schéfer evita las explicaciones o los términos convencionales porque son abstracciones que enmascaran una experiencia compleja, nebulosa y contingente. Su estilo de escritura es a veces tan fantasiosamente opaco como el cine sobre el que escribe, como si la escritura fuera el comentario tratando de ponerse al día con el parpadeo de las ideas y asociaciones del autor. Pero luego hay pasajes maravillosamente claros que abrazan nuestro placer y dolor colectivos en el cine. Una momia es el cuerpo “portador de todos los vendajes de nuestra vida, de toda nuestra vida de hospital”. Ráfagas de montaje poético sorprenden al lector de la prosa hipnótica: “una mano se levanta, una barca se mece sobre las olas, la hoja de una ventana que se abre desplaza un paisaje”. Schéfer se hunde en su propia confesada ignorancia de la teoría fílmica para explorar el residuo del «fondo de afectos» del cine, las regiones sin nombre e impensadas que quedan cuando dejamos el teatro.

La obra, en forma y contenido, es estimulante y tan pertinente para la ecología de los medios de hoy como lo era en 1980.

[Artículo aparecido en la revista “Leonardo» 50-5 (2017). Se traduce con autorización de su autor. Traducción: Patricio Tapia.]

Will Luers

Will Luers es artista y escritor de medios digitales. Es profesor en la Washington State University Vancouver, en Estados Unidos. Su arte ha sido exhibido internacionalmente y su labor literaria ha sido reconocida y premiada.

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