Juan Radrigán: «Todas las reglas de la dramaturgia pueden resumirse en una sola: involucrar al espectador»

El dramaturgo, autor de Hechos consumados y El toro por las astas, entre otras obras, recibió el Premio Nacional de Artes de la Representación 2011. Acá presentamos una entrevista sobre la escritura de teatro: el oficio, los fantasmas y, por cierto, las alegrías.

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—¿Cómo describiría su proceso creativo? ¿Intenso, reflexivo, apasionado, extenuante?
Sobretodo es como entretenido. Yo me entretengo mucho escribiendo, a pesar de todas las dificultades. Estoy muy cómodo escribiendo, es el lugar donde me siento cómodo, tranquilo y hasta feliz.

—¿Escribe en un lugar especial?
Trato de escribir todos los días 4 a 5 horas. Me las arreglo, como hago muchos talleres y clases. Si no escribo en la mañana escribo en la noche. Todos los días escribo algo, todos los días trato de sacarle al día cuatro horas para mí.

—¿Busca inspiraciones, llegan de repente?
No me han llegado flechazos. Se va despertando un interés por un tema. En realidad, las obras las buscamos en dos laberintos: los de la gente y los nuestros. Ahí creo yo que están las obras.

—¿Cuándo usted habla de laberintos se refiere a los suyos?
Sí, como persona. Tantas cosas que uno tiene que decir las dice a través de la escritura.

—Egon Wolff dice que el teatro actual es muy autorreferente.
Es muy posible que tenga razón. Hay una camada grande de gente muy joven que está escribiendo mucho, que desafortunadamente nosotros no conocemos del todo. Porque no tienen espacio todavía para mostrar sus creaciones. Pero existe. A mí me asombra que hay tanto dramaturgo y algunos muy buenos. Sólo que no tienen dónde mostrar. Yo no creo que haya falta de dramaturgos. Fue una tendencia. Yo también pensaba lo mismo. Como que uno era el centro del mundo, como que lo que le afectaba a uno era importantísimo. Parece que eso pasó. Ahora con la edad uno se pone reflexivo.

—¿Usted nota diferencias?
Me interesan otros temas. Me interesan mucho las relaciones humanas, la relación del hombre con su desaparición, con la muerte, qué piensa, qué es eso de andarse despidiendo de pronto, sin darse ni cuenta, y queriendo decir muchas cosas.

¿Hay diferencias en la creación de narrativa y en la dramatúrgica?
Sólo es cuestión de forma. No encuentro otra diferencia, que haya otras dificultades. Es de forma.

—¿El dramaturgo también es actor y director?
Lo que sucede es más simple. Al escribir uno ve al personaje, ve los gestos, sus movimientos; entonces describe y parece que está actuando como director, pero no: está moviendo a sus personajes. Además sería imposible escribir sin ver a los personajes y sin empezar a conocerlos, a quererlos. No es que tengamos complejos de directores. Ahora, los directores pueden o no hacerle caso a las acotaciones que suele poner uno.

—¿Se siente satisfecho de los montajes de sus obras, conversan con usted los directores?
Las conversaciones previas, sí. ahora último. Ahora último no estuve para nada satisfecho con un montaje, pero no fue que el director tuviese otra visión si no que llenaron de vulgaridad la obra, El toro por las astas. Eso suele pasar. Yo digo que el autor le pone las alas y el director le enseña a volar, pero lo malo es que a veces le enseñan a arrastrarse.

—¿Qué es lo más fácil y lo más difícil al crear?
Lo que pasa es que a veces son las respuestas de los personajes, a veces uno no haya qué responderle a un personaje frente a una pregunta, frente a una situación, “qué le contesto a este”. Sobretodo cuando hablan temas personales, medio profundos. Yo escribo harto, hago tira muchas cosas. Para una obra de 36 hojas que queda finalmente, hago 400 a mano. Eso me permite botar, elegir y meditar. Escribo a mano en papel blanco sin líneas. Después, al final, cuando hay correspondencia entre lo que quise decir y lo que logré decir, ahí lo paso a computador. Uno queda muy satisfecho cuando ha escrito lo que quiso decir.

—¿Cuál es la esencia del teatro?
Todas las reglas de la dramaturgia pueden resumirse en una sola, que es involucrar al espectador, lograr hacerlo partícipe de lo que está ocurriendo. Sería muy presuntuoso decir “cambiar algo”. Siempre he dicho que escribimos por no entender lo que sucede, por estupor; escribimos sobre eso y queremos hacer partícipe a la gente, para ver qué piensan. Claro que la mayoría de las veces no piensan nada y se van tranquilamente del teatro y uno no sabe si logró interesarlos.

—¿Es muy difícil conocer la respuesta del público?
A menos que se hiciera lo que sería muy bueno, foros, conversación con la gente. Cosa que está haciendo Javier Ibacache con la Escuela de Espectadores, que me parece muy bien para saber qué opinan, más allá de que encuentren buena o mala la obra, qué significa para ellos el teatro. Si van a entretenerse o por otras razones.


Esta entrevista fue realizada con motivo del Día Nacional del Teatro, celebrado en mayo de 2011, cuyo extracto se publicó en el suplemento «Artes y Letras» de El Mercurio, junto a semblanzas de Egon Wolff, Alejandro Sieveking y Luis Rivano. Para más información pueden ver la página de Juan Radrigán en el sitio Memoria Chilena. Ahí encontrarán biografía, bibliografía, imágenes y un video.

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