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La batalla de Chile, de Patricio Guzmán: un documental marxista en su mejor forma
Por Dennis West | Ago 28, 2023
Cerca ya de la fecha (50 años del golpe de Estado de 1973) que supone la reflexión sobre nuestro pasado, el documental “La batalla de Chile” de Patricio Guzmán —a quien se ha reconocido con el Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisual 2023—, significó para muchos la posibilidad de “ver” la historia “en desarrollo” que terminó en el derrocamiento por la fuerza del gobierno de la Unidad Popular. La importancia de este documental la comenta el crítico estadounidense Dennis West, uno de los editores de la prestigiosa revista “Cinéaste” y estudioso del cine latinoamericano.

La batalla de Chile es, tanto política como estéticamente, uno de los documentales marxistas más importantes jamás realizados. Este registro monumental de la historia en desarrollo describe los eventos que llevaron al derrocamiento de Salvador Allende. El director Patricio Guzmán y su colectivo de cineastas se infiltraron en todo el espectro político chileno; y las luchas socioeconómicas e ideológicas claves que desgarraron al país durante los últimos meses del gobierno de coalición de Allende se muestran desde múltiples perspectivas políticas a medida que se desarrollan. Los cineastas adoptaron medidas estrictas y semiclandestinas durante la filmación, y el metraje de la película y la cinta de sonido fueron sacados de contrabando de Chile después de la caída de Allende. El montaje se realizó en La Habana con el auspicio del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos. Un cabal análisis político, este documental de tres partes no será bien entendido por los espectadores que no estén familiarizados con el frustrado movimiento de Chile hacia el socialismo.
En las elecciones presidenciales de 1970, Allende encabezó la Unidad Popular (UP) coalición de partidos políticos marxistas y de izquierda. Recibió más votación popular (36,3%) que cualquier otro candidato y fue confirmado por una votación especial del Congreso chileno. El 3 de noviembre de 1970 se convirtió en el primer presidente marxista libremente elegido de América Latina. El modelo de desarrollo de la UP exigía un programa de nacionalización antiimperialista y antimonopolista que amenazaba la inversión estadounidense de más de mil millones de dólares.
La UP no controlaba los tribunales ni la legislatura, y estos cuerpos resistieron de manera consistente los programas de Allende. No obstante, a mediados de 1972, Allende había cumplido gran parte de su programa de cambio social al expropiar las grandes minas de hierro, cobre, carbón y salitre; monopolios industriales estratégicos, bancos de propietarios nacionales y extranjeros, y muchas grandes propiedades agrícolas. Para entonces, sin embargo, la UP se había dividido profundamente entre un sector “reformista” y un sector “revolucionario”. Los reformistas querían detener el avance del gobierno hacia el socialismo, consolidar las conquistas socioeconómicas logradas, fomentar la neutralidad de los militares y llegar a un acuerdo con la burguesía y el principal partido del centro político, la Democracia Cristiana. Los revolucionarios querían ir más allá del marco de la legalidad y la constitucionalidad que Allende luchaba por mantener, y empujar directamente hacia el socialismo.
Allende apoyó a los reformistas, pero no pudo o no quiso controlar el ala revolucionaria de la UP. Esta división cada vez más profunda dentro de la UP, la deriva hacia la derecha de las Fuerzas Armadas y de muchos sectores de la clase media económicamente asediada, y un bloqueo económico instigado por Estados Unidos, todo condujo a un sangriento golpe militar de derecha y a la muerte de Allende el 11 de septiembre de 1973. Así terminó la “vía chilena al socialismo”, el experimento chileno de construcción democrática y pacífica del socialismo, sin primero destruir las instituciones tradicionales de la democracia burguesa.
Análisis
El golpe de Estado, la segunda parte, registra la acentuada polarización política y la escalada de violencia durante los últimos dos meses y medio de la UP. Los cineastas capturan muchos de los principales acontecimientos de este decisivo período histórico: una manifestación derechista ante la casa del Comandante en Jefe del Ejército que respetaba la Constitución; el rechazo del Congreso a la solicitud de Allende de la ley marcial; las misas de la Iglesia Católica pidiendo por la paz; el funeral del asesinado edecán naval de Allende; el ataque aéreo del 11 de septiembre de 1973 al palacio presidencial, donde resistía Allende; y, finalmente, la presentación televisada de la Junta que se tomó el poder. El golpe de Estado sigue los esfuerzos de Allende por estabilizar su gobierno y usar medios legales y conciliadores para combatir al cada vez más fuerte frente derechista. Las estrategias divergentes y, en última instancia, fútiles de los grupos de izquierda incluyen el uso de propaganda antigolpista dirigida a las Fuerzas Armadas, la mayor expropiación de industrias y el fortalecimiento de las organizaciones de poder popular.

Es adecuado que las dos primeras partes de La batalla de Chile formen una sola proyección. Juntas ofrecen a los espectadores un amplio panorama histórico en un orden cronológico fácil de seguir. Sin embargo, estas dos películas no presentan una visión completa de la turbulencia del período de la UP y de ciertos temas importantes —como las limitaciones del programa de reforma agraria de la UP y la relación de la producción agrícola con la política— no están, en gran medida, tratados. Guzmán ha explicado en entrevistas que su colectivo cinematográfico intencionalmente concentró su atención en “campos de batalla” seleccionados donde se cruzaban los intereses y las luchas de clase.
El poder popular, la tercera parte, se diferencia en que se concentra en un solo fenómeno: el movimiento del poder popular que surgió como respuesta a una huelga patronal en octubre de 1972. Este paro, la primera gran ofensiva contrarrevolucionaria de la época de Allende, comenzó como una huelga de dueños de camiones y rápidamente se convirtió en un movimiento empresarial generalizado de clase media. La clase obrera se movilizó en respuesta y trató de resolver sus problemas directamente a través de la autoorganización. Las organizaciones del poder popular se formaron espontáneamente y muchas veces adelantándose a los liderazgos de los partidos políticos. Representaron las expresiones revolucionarias más auténticamente populares del período de la UP. Los objetivos de estas organizaciones eran inmediatos y prácticos, e incluían medidas para mantener el transporte, suministrar alimentos y otras necesidades a los trabajadores y continuar con la producción industrial. Después de la huelga, algunos grupos de poder popular continuaron ejerciendo su recién descubierto poder revolucionario, yendo más allá de los recursos legales y el marco constitucional.
Los realizadores, en El poder popular, no se imponen la tarea teórica de juzgar la eficacia política general de las organizaciones populares; sino que se limitan a registrar y celebrar el ascenso del poder popular.
Los realizadores, en El poder popular, no se imponen la tarea teórica de juzgar la eficacia política general de las organizaciones populares; sino que se limitan a registrar y celebrar el ascenso del poder popular, como el funcionamiento del sistema de almacenes populares, una red de distribución a bajo costo que abastece de alimentos a tres familias necesitadas de Santiago. En uno de los episodios centrales de la película, obreros industriales y campesinos unen fuerzas para apoderarse de haciendas agrícolas que no están siendo explotadas por sus dueños. Se dedica mucho tiempo frente a la pantalla a trabajadores, articulados y con conciencia de clase, que explican su comprensión del poder popular y, a menudo al mismo tiempo, demuestran sus actividades. En una secuencia memorable, la cámara y el micrófono persiguen a un trabajador que empuja una fila de carretillas muy cargadas a través de un almacén popular, lo que sugiere que los trabajadores resueltos y capaces están tan ocupados manejando la economía que no tienen tiempo para conceder entrevistas.
Los cineastas han logrado dar a La batalla de Chile una mirada completamente objetiva recurriendo ingeniosamente a técnicas cinematográficas asociadas con el realismo y la objetividad. Las muchas tomas largas respetan el tiempo y el espacio perceptivos y, por lo tanto, intensifican la impresión de que los eventos simplemente se están registrando a medida que se desarrollan ante la cámara. El poder de infiltración de la cámara de mano y el acceso aparentemente ilimitado crean un aura de omnisciencia objetiva: el espectador ve a través de un ojo de cámara situado ahora en medio de la policía, ahora en medio de los manifestantes; y se infiltra en una amplia gama de grupos políticos. La frecuente aparición del sonidista y su equipo refuerza la objetividad, ya que los espectadores se enfrentan al motivo realista de los cineastas reconociéndose como parte de una realidad no manipulada, observada/grabada. Los intentos descarados de manipular las emociones del espectador son poco frecuentes, aunque hay excepciones, como cuando se congelan los fotogramas y se enmascaran para enfatizar la brutalidad de un oficial del ejército disparando directamente a un camarógrafo.
La batalla de Chile es un documental marxista en su mejor forma. Los realizadores basan su perspectiva histórica en la visión marxista de que las clases son las protagonistas de la historia y que el conflicto es una dimensión inherente a toda sociedad de clases. Los personajes principales de la película no son individuos, sino clases, y los acontecimientos se enmarcan en términos de conflicto de clases. El proletariado ocupa el centro del escenario; y, de acuerdo con la creencia de Marx en la necesidad de la autoemancipación de la clase trabajadora, la película muestra una creciente conciencia y militancia de los trabajadores. La clase obrera proyecta una imagen combativa, emancipadora, y los trabajadores demuestran que pueden denunciar y luchar contra el mundo de la burguesía.
El mayor logro de La batalla de Chile es que representa un amplio espectro de eventos y temas, al mismo tiempo que fomenta una actitud crítica en el espectador. Los temas principales se establecen a través de discursos, entrevistas, discusiones y debates, de modo que los espectadores son desafiados de manera personal para analizar y evaluar una gran cantidad de material, buena parte del cual se imparte en forma no procesada, sino de las fuentes de primera mano. La batalla de Chile no le dará a la izquierda respuestas concretas sobre qué estrategias debería haber seguido en Chile, sino, lo que es más importante, la película estimulará a los espectadores a reconsiderar estas preguntas de manera crítica.
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