Reseña
Los espacios en blanco de Carlos Soto Román
Por Carlos Soto Román + Victoria Ramírez | Nov 23, 2017
Ante la pregunta de cómo nombrar lo que el lenguaje no alcanza, aparece una jerga militarizada, en las palabras de los victimarios, los perpetradores. Esa desafección, con aparente y burocrática tranquilidad, es lo que descoloca de “11”, el último libro del poeta chileno Carlos Soto Román. Como su nombre lo indica, este volumen comienza con el golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973, con los primeros desaparecidos tras el bombardeo a La Moneda. En un momento en el que se debate si se debe abrir el carácter secreto del informe Valech y se recrimina no haber cerrado el penal Punta Peuco, “11” es un poemario contingente que abre la reflexión.
Se trata de un libro que profundiza en el horror de la tortura a través de un lenguaje que se aleja de la poesía tradicional. “11” presenta sin tapujos detalles de los métodos utilizados por los aparatos represivos de la DINA y posterior CNI y para esto apuesta por experimentos del lenguaje y una variedad de poemas visuales. Se enmarca así en una preocupación permanente por la forma y la disposición de los textos, por los espacios blancos, las frases por completar, la tachadura, lo no contado o lo silenciado. Es, por sobretodo, el silencio lo que guía los poemas de Carlos Soto Román.
Lanzado el 11 de septiembre de 2017 en el sitio de Memoria Ex Clínica Santa Lucía y autoeditado en colaboración con Carbón, “11” fue elaborado a partir de material de entrevistas, artículos y audio, siendo fuentes claves el Informe Rettig, el Informe Valech, el Manual KURBACK, el Archivo Digital del Centro de Estudios Miguel Enríquez, los archivos de la Biblioteca Digital del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos y la Constitución Política, entre otros documentos. Esta no es la primera vez que Carlos Soto Román trabaja en temáticas relacionadas a Derechos Humanos, ya en 2013 había publicado Chile Project [Re–Classified].
No es una lectura fácil la que propone Soto Román. Por una parte, la carga emocional de “11” es potente y, como consecuencia, es una experiencia atravesar sus páginas. Por otra, exige un permanente desciframiento al tratarse de poesía conceptual. Estas dificultades iniciales, sin embargo, valen la pena y constituyen un desafío para el lector, quien durante todo el texto debe completar el espacio vacío.
en las primeras horas me revisa un ______.
luego de esta revisión se repite otra_______.
esta vez se exploran otros _____________.
esto se interrumpe intempestivamente.
me colocan una ______.
y se me saca el hombro hacia _______.
escucho decir que: “viene un Ministro”…
Por otra parte, “11” utiliza la repetición como un dispositivo para remarcar lo irreparable, lo que no tiene punto de retorno. En este contexto el autor hace listas de los métodos de interrogación, los lugares de detención, empresas estatales que fueron privatizadas en dictadura, certificados ficticios de defunción y listas con las chapas de los torturadores, entre otras muchas enumeraciones.
La Parrilla
Los Telegramas
El Submarino Seco
El Submarino Mojado
El Pihuelo
El Potro
El Loro
(…)
Además, junto a la voz militarizada se incluyen fragmentos de testimonios de las víctimas de tortura, que se presentan de manera anónima. Así, se refuerza la idea de que ante la degradación del cuerpo, el grito entre dos silencios –tomando un verso del autor- es lo único posible.
En síntesis, “11” es un libro evocador, totalmente actual, que obliga al lector a tomar posición y a reflexionar. Recomendable como un ejercicio permanente de memoria.