Los quince micro viajes audiovisuales que propone «Libro Chileno»

Conversamos con Pablo Herrera Aguirre, director de Libro Chileno, sobre los 15 fragmentos de textos chilenos que se emiten, desde septiembre,  por las pantallas de 13C.

El proyecto contempla una serie de 15 microprogramas realizada por Fin Comunicaciones, premiada por el Fondo del Libro del CNCA, y apoyada por la Asociación de Editores de Chile. Cada capítulo fue realizado con fragmentos literarios seleccionados desde obras de autores nacionales y se están exhibiendo en Canal 13 Cable hasta el 19 de diciembre, de lunes a domingo en tres horarios: 11:30, 15:30 y 21:00 horas.

-¿Con qué criterio escogieron las obras?
Los fragmentos literarios provienen de obras diversas, todas de autores nacionales, publicadas por editoriales chilenas independientes. Los criterios de selección fueron muy abiertos: primero tomamos como opción trabajar sólo poesía y narrativa, pensando en aprovechar la potencialidad visual de estos géneros y la libertad de crear a partir de la emotividad del relato. Como son fragmentos, partes de un todo, buscamos siempre entregar una pista al espectador, un atajo para trasladarse al ambiente de sueño o fantasía que contienen los cuentos o poemas completos. También tratamos de combinar en la selección final autores consagrados como Óscar Hahn, Francisco Coloane, Jorge Teillier o Soledad Fariña con escritores emergentes como Claudia Apablaza, Nona Fernández, Ignacio Bobadilla o Andrés Gallardo.

-¿Cómo fue el proceso de adaptación del texto al formato audiovisual?
La adaptación se hizo en una especie de lluvia de ideas combinada con un paragua de necesidades reales. O sea, trabajamos con mucha libertad imaginando los colores, sensaciones y ánimos que producen los textos en el lector. Luego le pusimos nombre, locación y acciones a lo imaginado, y al final, al definir el guión técnico de grabación, una buena dosis de creatividad y experimentación para producir algunos efectos visuales necesarios en el relato. En este proceso se definió cuáles fragmentos serían realizados como animaciones y cuales registrados en video; y aquí usamos la lógica de los recursos; por ejemplo El témpano de Kanasaka de Francisco Coloane es una historia  de océanos, mares del fin del mundo y apariciones: un universo lejano para ser filmado por lo tanto ese fragmento se realizó en animación.

-¿Alguna anécdota digna de relatar en este proceso?
Sí, muchas, pero lo que me gustaría contarte es que desde que estaba en la Escuela de Literatura de la Universidad de Chile, por los tristes años de Federici (1984-1987), con un par de compañeros ya soñábamos con crear piezas audiovisuales a partir de textos literarios. Fuimos armando maquetas, prototipos, pilotos y demos que nunca llegaron a puerto y Libro Chileno es heredero de todos los intentos. Eso hace que el proceso sea tan valioso para mí como realizador.

-¿Por qué los espectadores no deberían perderse Libro Chileno?
Hay que ver Libro Chileno porque es un minuto para viajar en el tiempo y el espacio. Cada capítulo es una pieza independiente creada a partir de un texto escogido y realizada con mucha libertad. Hay que verlo porque allí se encontrarán con autores chilenos de excelencia y voces nuevas, con temas contingentes como la memoria, la lealtad, la aventura o la pasión. Temas relatados en un formato breve y atractivo visualmente. Por último, hay que ver Libro Chileno y luego buscar el libro completo para leerlo y completar el viaje que propone el video.

-¿Cuál es tu video favorito?, ¿Por qué?
Mi video favorito era «Rimbaud», poema de Gonzalo Rojas, con el que realicé el primer piloto en 1991 con Carlos Winckler, y que era parte de la selección original con que ganamos el Fondo del Libro. Pero durante la producción de los microprogramas murió el poeta…y fue imposible conseguir la autorización para exhibirlo. De los 15 que finalmente fueron realizados, me quedo con 2:  «A la una mi fortuna» de Óscar Hahn (Mal de Amor, Editorial LOM), porque es pura fantasía y pasión. El segundo es «El ídolo», cuento corto de Ignacio Bobadilla (Cuentos Alucinógenos, Editorial Chancacazo) porque contamos con la colaboración de actores jóvenes que le pusieron todas las ganas y además una locación espectacular en el Valparaíso subterráneo.

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