Los retratos de Manuel Vicuña

Fuera de campo

¿Qué agregar a lo ya escrito sobre Fuera de campo. Retratos de escritores chilenos, del historiador Manuel Vicuña? Difícil empresa, pues los escasos espacios en nuestra prensa ya le han dedicado líneas y párrafos a esta publicación. Vamos por parte.

En Qué Pasa, Gonzalo Maier destaca el «goce» de leer el libro y el «registro profundamente coloquial y cuidado» que imprime el autor a los perfiles. Si quiere una dosis pruebe el adelanto que subieron en The Clinic sobre Alfredo Gómez Morel, el «príncipe del hampa».

En su tribuna de Las Últimas Noticias, José Ignacio Silva destaca que la obra de Vicuña es sobre los jugadores del torneo de las letras que ni siquiera fueron convocados. En sus palabras: «no [son] los del archiconocido equipo titular, sino de aquellos a quienes ni siquiera les avisaron a qué hora era el partido».

Rodrigo Pinto, en revista «Sábado», también atiende al carácter semi-marginal de la selección de Fuera de campo y cómo las vidas dislocadas de estos escritores permiten aproximarse, también, a la historia de nuestro siglo XX.

Y en 60 Watts Lorena Amaro observa la predilección de Vicuña por «el mundo de las memorias, las autobiografías, los diarios, los relatos de vida», dimensiones desatendidas por la producción editorial chilena, no muy pródiga a las biografías.

Entonces, ¿qué agregar? Propongo —con modestia— tres alcances sobre Fuera de campo.

1. EL TÍTULO
Toda selección corre el riesgo de canonizar (es cosa de ver BuzzFeed, la reina de las listas en la web, y su insistencia en lo «definitivo»). Pero Vicuña, en la «Nota del autor», se desmarca de este propósito: «nada más lejos de este libro que la proposición de un canon de autores, una galería de notables o un cuadro de honor» (p. 13).

Imposible no pensar en otros libros que abordan la vida y obra de escritores. Los nuestros (1966) de Luis Harss —promovido como el libro que anticipó el boom latinoamericano— juega con la idea de pertenencia y adscripción regional con los iluminados de la literatura de la década de 1960. Los malditos (2011), en cambio, refiere a la condición tormentosa y autodestructiva de una serie de escritores perfilados por otros escritores.

Quizás la referencia más cercana a Fuera de campo es Plano americano (2013) de la argentina Leila Guerriero, una antología de sus perfiles sobre artistas, cineastas y escritores latinoamericanos. Su título juega con la idea del encuadre cinematográfico que no alcanza a completar la imagen del retratado, pues sabe que el mecanismo del retrato nunca es completo ni definitivo.

La obra de Vicuña, pues, flirtea con esta metáfora visual, pero también es una operación pictórica para expandir el horizonte, rescatar a los soslayados y prolongar, más allá del marco, la fotografía o imagen que, en su momento, los dejó fuera.

2. LA ESCRITURA
No es un misterio que Manuel Vicuña enfatiza una escritura cuidadosa. José Ignacio Silva describe su lenguaje como ajeno a «la cursilería, la vaguedad o el relleno inconducente».

Agrego dos aspectos que me llamaron la atención.

El primero son los destellos de coloquialismos que Vicuña se permite y que seguramente debe exiliar de su trabajo historiográfico. De Marta Vergara dice que estaba «hasta la tusa» (p. 97) cuando declaró que «Lo sobrenatural consiste ahora en no morir»; de Alfredo Gómez Morel escribió: «abusó del alcohol, más bien chupó como esponja» (p. 104); de la precaria vida de Mauricio Wacquez, «a veces endeudado hasta las cachas» (p. 142) y, luego, en su postrimería, «hecho bolsa», sin poder hablar ni leer (p. 155).

El segundo aspecto es su selección de citas. Vicuña privilegia la descripción por sobre la cuña larga. En sus perfiles los escritores «hablan poco», pero con fuerza. Su curaduría es fina, fulminante. Destila lo mejor del archivo. Caben, por decirlo de forma práctica, en un tuit:

3. INVESTIGACIÓN
Si bien no es una constante en Fuera de campo, Manuel Vicuña «reportea» en un punto crucial del perfil de Eugenio Lira Massi: las causas de su muerte y el tardío aviso a la policía francesa sobre su deceso. Los primeros en descubrir el cuerpo de Lira Massi fueron Carlos Iturra, dirigente comunista, y la historiadora María Eugenia Horvitz, también militante PC.

«¿Por qué se largaron sin avisar a la policía?», se pregunta Vicuña. «Le pregunté a Horvitz en persona, y a Iturra, residente en Uruguay, por e-mail. Ambos argumentan lo mismo: Iturra no tenía los papeles en orden y no podía exponerse…» (p. 134).

Luego aborda las especulaciones por su muerte. «Se le aplicaron acuciosos exámenes toxicológicos. Se indagó la presencia de proyectiles, metales y lesiones óseas. Tengo los resultados a la vista: négative, négative, négative…» (p. 135).

El autor no sólo articula y teje como un artesano de la historia. También incursiona en la praxis del cronista que, no contento con los materiales y vestigios disponibles, acude a las fuentes vivas para tratar de cerrar las incógnitas o, al menos, arrojar luz en sus oscuras siluetas. Y, de paso, explicita ese proceso en el texto final.

¿Profundizará en estos métodos en futuras propuestas?

4. BONUS
En Hueders grabaron estos booktrailers con Vicuña donde explica que muchos de estos perfiles comenzaron como prólogos en otras obras. Además, habla de Edwards Bello, de Lira Massi y Tancredo Pinochet.

Póngale play.



Fuera de campo
Manuel Vicuña
Editorial Hueders
2014
159 páginas

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