Narrar las flores de la cotidianeidad

Un texto lúcido, transparente y confiable que desacredita completamente a la mujer que un día le dijo a Mairal: “ahora entiendo, tenés el corazón de hielo, hijo de puta”. 

Maniobras de evasión
Pedro Mairal
Ediciones UDP
2015

Pedro Mairal se hizo conocido dentro de los círculos literarios chilenos por El subrayador (Laurel, 2014). Un texto muy elogiado por la crítica debido a la forma en que narraba las múltiples expresiones de la cotidianeidad: del fútbol a las bencineras, de las librerías a la música. Ediciones UDP nos trae de vuelta al trasandino con Maniobras de evasión, un libro que recoge crónicas sobre la niñez, los amigos, las mujeres y la escritura. Textos inéditos —y otros publicados en blogspot y revistas culturales— conforman un híbrido y entretenido volumen que nos está constantemente regalando rabias, carcajadas y melancolía.

La mamá de Mairal se quedó sin habla cuando comenzó a envejecer. Se le extraviaron las palabras, tenía la mirada perdida, era incapaz de comunicarse: “El mundo pierde un poco de sentido cuando tu madre deja de mirarte”. Por eso recuerda y reconstruye su figura, necesita volver a tenerla y la escritura es una aproximación. Narra unas vacaciones que hicieron juntos a Pinamar. Colecciona todos los detalles de esos momentos: incluso la luminosidad de las mañanas. De una travesura con manzanas a una pregunta sobre el peronismo, Mairal recolecta todo para acercarse a su madre mediante un abrazo literario.

Las otras crónicas sobre viajes también se vuelcan a la adolescencia. En “Tocar a Gimena” hallamos un amor de carretera durante el viaje de egresados, y en “Un ómnibus en el aire” el bestial choque automovilístico que lo marcó de por vida. Época oxigenada con amigos del colegio que ya no habitan su cotidianeidad, pero que mediante las letras se hacen presentes. En estos retratos el texto se asemeja mucho al muy recomendable El invierno con mi generación de Mauro Libertella.

Las madrugadas con las amistades determinan la escritura de Pedro Mairal. Una fría noche de viernes, Washington Cucurto se ofrece como “guía turístico” del barrio de Constitución. Entran a bares, cabarets y tiendas. Coquetean con dominicanas y paraguayas: “vas a ver lo que es esto, Pedrito, te vas a morir”, le repite constantemente el poeta. En la crónica “Un mail”, revisita la época de los blogspot y la forma en que consiguió hacer amigos mediante el fútbol cinco. A su vez, rememora su amistad con Fabián Casas y una noche en que estuvieron perdidos por horas arriba de un auto buscando una emisora radial.

Hacia el final del libro, el autor expone las múltiples formas en que fue humillado y olvidado por novias que alguna vez lo quisieron. Dependiendo del estado de ánimo que posea en ese momento el lector, el listado puede ser gracioso o simplemente feroz: “Pizzería en Almagro, L. pide un vaso de agua y, después de dos años de cajitas de Prime, se toma en mi cara la pastilla para coger sin forro con su nuevo novio”.

Las mujeres son una variable reiterativa en las construcciones de Mairal. En una crónica describe los diversos tipos de senos existentes y se sincera al narrar que, pese a los años, no consigue olvidar el trasero de una arquitecta con la que trabajó. Muy lejos del sexismo y la misoginia —como se podría llegar a pensar— el argentino edifica una humorada sexual atravesada por el cine, la farándula y las horas de trabajo.

Maniobras de evasión  está constantemente girando en torno a finales cotidianos y escriturales. Remite a cierres de libros, películas, amores y escritos. Porque la pregunta sin respuesta que vagabundea por cada página es sobre la escritura. Qué narrar, cuándo finalizar, cómo retomar, qué podemos considerar literatura, cuándo construir. Mairal sólo tiene la certeza de que escribir es un presente. No hay un futuro de papeles sueltos ni borradores: “Escribir es ahora. Es esto. No es algo que va a suceder más adelante”. Presenta las credenciales de la incertidumbre ante técnicas, momentos y clasificaciones.

Un libro escrito con sencillez, claridad y ternura. Sin soberbia. Con una capacidad para describir asombrosamente lo cotidiano. Para alumbrarnos espacios cargados de detalles que muchas veces pasamos por alto. Un texto lúcido, transparente y confiable que desacredita completamente a la mujer que un día le dijo a Mairal: “ahora entiendo, tenés el corazón de hielo, hijo de puta”.

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