Maier logra de manera sencilla proponer en la novela una suerte de relación entre las palabras, la escritura y la vida. Se escribe como se es en la vida. Y lo que resulta de ello, son intuiciones que intentan acercarse a las cosas que ya conocemos.

Enrique Vila-Matas | Foto: the euskadi 11, Flickr
“Pero ahora sí que no escribo más.
Este libro es la paradoja y el remedio definitivo”
Leyendo a Vila-Matas parece, en distancia, un acto egoísta. Una lectura egocéntrica. Un ejercicio prematuro de amor e identidad. Una metaliteratura pomposa encerrada en una reducida realidad. Hasta que Maier se acerca, extremadamente cerca, confesando que ese viaje desde la provincia de Amberes a Barcelona realizado por el protagonista (que es también el narrador y el propio Maier), es la excusa para narrar su vida, su pega, su conversión, su gusto por Enrique Vila-Matas, su fuga, sus momentos. La excusa para narrarse a sí mismo y preguntarse, en un acto de atrevida y valiente conciencia, por su propia narración.
Gonzalo Maier, el autor de la novela, es de Talcahuano, estudió literatura, trabajó en la prensa escrita y se fugó. Hoy cursa un doctorado en literatura en alguna universidad holandesa y vive en Bélgica. Maier, el fugado (“solo he querido terminar de inventarme una identidad que me quede cómoda. Y para eso era necesario escapar”) es el hombre sentado arriba de un tren que transita desde París hacia Barcelona con el propósito de entrevistar al escritor español Enrique Vila-Matas, dejando en casa a su pareja, Paz, y a su hijo. En el trayecto Maier conoce a una joven, delgada y alta alemana, “La niña poste”, quien le contará su vida.
Ella y el tren que avanza a 287 kilómetros por hora rumbo a Barcelona, empujarán el desciframiento, la sospecha y la constatación por el propio Maier, de que su paso y estadía en ese andén trata de algo más. Otra cosa que aún no sabe qué es. Y así, viendo pasar con velocidad el paisaje tras la ventana y la vida en su cabeza, lo que parece ser una historia pretenciosa sin fondo y un capricho literario un tanto snob, termina por situar la conciencia que hay detrás de la escritura y la pericia que puede resultar escribir sobre lo que conocemos.
Hablando de libros, se habla de uno mismo. La vida de Maier se convierte en su diccionario y ficción, tejiendo desde El mal de Montano, Bartleby y compañía y Doctor Pasavento, un relato que nada tiene que ver con ellos, mas sí la existencia de su lector, Maier, quien cita obras y autores, advirtiendo de ciertos momentos literarios: “El escritor argentino, en alguna parte de Formas Breves, cuenta cómo la crítica literaria, cómo el miserable hecho de leer a otros, cómo sumar deportivamente lecturas en el cuerpo, también puede ser una forma postfreudiana —¿post-moderna?— de biografía. O de autobiografía”. De esta manera, el protagonista va hallando la literatura como una realidad que en sí misma con sus propias coherencias y sentidos, hace y deshace en relaciones con sus lectores y lectoras.
Maier logra de manera sencilla proponer en la novela una suerte de relación entre las palabras, la escritura y la vida. Se escribe como se es en la vida. Y lo que resulta de ello, son intuiciones que intentan acercarse a las cosas que ya conocemos. Sin pretensiones, una pila de verbos y sustantivos que construyen una historia que tiene su explicación en cada vida. Sea ésta, del modo que sea.
LEYENDO A VILA-MATAS
Gonzalo Maier
LOM
Año 201189 páginas
$5.000
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Lee una entrevista a Maier por Antonio Díaz Oliva.